MARIEN ARISTY CAPITÁN
Casi salto de la emoción. Conocer las medidas me dio una infinita alegría. Tanto fue mi furor que, por momentos, sentí que vivía en otro país: uno posible, creíble, donde las cosas por fin cambiaran.
Fue entonces cuando recordé, y me recordaron, que el ex presidente Leonel Fernández subió a su trono anunciando medidas de austeridad que, como ahora, aplaudimos con sobrada satisfacción. Aquellas medidas nunca se cumplieron.
Hoy, aunque sé que lo pensarán, no vengo vestida como ave de mal agüero ni daré por sentado que el presidente Danilo Medina será tan laxo como su antecesor en torno al despilfarro. Quiero soñar, porque estoy cansada de sentir hastío, y esperaré con calma para ver si se cumplen.
La República Dominicana necesita de esas implacables medidas que fueron tomadas en el Consejo de Ministros. Las cuentas por pagar son grandes, al igual que los problemas por resolver.
Con todo lo que el Presidente ofreció en un discurso que estuvo lleno de luz (tristemente opacado por la oscuridad de bastantes de sus nombramientos), necesitará ahorrar cada centavo que no esté obligado a gastar. Si lo hace, y reduce el dispendio que existía en cosas fatuas, habremos dado un gran paso.
Hoy, a una semana de su mandato, Danilo ha tomado decisiones que le costarán simpatías a lo interno de su Gobierno. Al prohibir tarjetas de crédito, gastos de representación, vehículos de lujo, fiestas... quita un gran atractivo a los puestos gubernamentales. Para nosotros, sin embargo, es un alivio: ya no tendremos que pagar el costoso estilo de vida de esos turpenes que mantuvimos.
Santo Domingo, R.D., jueves, 23 de agosto de 2012.
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