Tony Raful
Mientras no se percibe oposición política del partido que obtuvo más de dos millones de votos y cuya victoria electoral fue contenida por el más abierto y desconsiderado uso de los recursos del Estado, que convirtieron a un candidato débil en ganador, el Partido Revolucionario Dominicano, sigue recibiendo derrotas en los llamados frentes profesionales y de masas. La ceguera política coloca a esta organización en la retaguardia política.
Mientras el pueblo dominicano, sus sectores más sensibles reaccionan con firmeza ante el paquetazo fiscal, demandando la participación de las fuerzas políticas en el cuestionamiento de las medidas económicas que afectarán a la clase media, a los sectores populares y sectores productivos de la nación, el PRD continúa enfrascado en la lucha más penosa y carente de inteligencia política de su historia.
De nada vale la sentencia acuñada por José Francisco Peña Gómez, en el sentido de que sólo el PRD vence al PRD, y la repetición de la frase bíblica, de que todo reino dividido perecerá.
Resulta que ahora la realidad golpea con fuerza, con resultados tangibles, como ocurrió en el gremio de los profesores y como acaba de ocurrir en el Colegio de Notarios.
La derrota secuencial es la confirmación de que no hay la menor posibilidad de hacer un papel airoso en futuros torneos con una división del PRD por pequeña que sea. El PRD es un instrumento histórico en la construcción de la democracia dominicana que se desdice con la descomposición dirigencial que socava sus posibilidades, niega su tradición democrática y estimula la lucha grupal.
Los liderazgos son producto de un conjunto de condiciones sociales, políticas y coyunturales, no se crean por decretos ni se institucionalizan.
Un liderazgo colectivo fue la aspiración sucesoral del doctor Peña Gómez, liderazgo que descansara en la unificación social e ideológica en base a un programa y a una línea de acción. Peña Gómez no veía sucesor individual sino equipo colegiado que preservara la esencia democrática del partido y evitara el desenfreno de las ambiciones.
Nadie como él conocía la composición social del PRD, y advertía la necesidad de que ese nuevo liderazgo estuviese actualizado, se ejerciera en consulta permanente con la sociedad y poniendo en primer plano los intereses nacionales. Peña Gómez comprendía que su liderazgo era la última experiencia política de envergadura incisiva en las masas populares. De cara al nuevo proceso social un liderazgo como el suyo era irrepetible en términos inmediatos, porque ese liderazgo estaba consustanciado con eventos históricos específicos y hubo de surgir en una etapa de lucha por la democracia cuyos linderos estaban definidos por el despertar social y la recomposición de la sociedad.
Enfrentados a este nuevo ciclo con los cambios en la correlación de fuerzas mundiales y encarando la globalización y la economía de libre mercado, era previsible considerar, como él lo hizo, que el PRD no podía ser dirigido por un nuevo caudillo político, que en este caso no tendría la base social histórica que nutre las dimensiones de su capacidad de cambio. Es por ello, que los gobiernos del PRD fueron concebidos como de transición, tanto el de Antonio Guzmán como el de Salvador Jorge Blanco, transición hacia la consumación del gobierno de Peña Gómez, que suponía la realización democrática de las reformas más profundas. ¿Por qué Peña Gómez? Porque Peña Gómez, independientemente de ser un líder de arrastre popular (el más grande y significativo) no tenía vínculos con la gran propiedad, ni con intereses ni propiedades en el campo ni en la ciudad. Era socialmente un intelectual democrático, pleno de ambiciones históricas, sin atadura con negocios ni intereses, que sin quebrantar las bases de organización social, podía representar el punto equidistante de mando desde el Estado para servir como referencia de poder en la aplicación de la justicia social y la preservación de las conquistas democráticas. Jacobo Majluta era también una personalidad democrática con un carisma impresionante y una voluntad de trabajo admirable, pero no representaba las perspectivas ni las proyecciones históricas del PRD como proyecto socialista democrático. Hubiese sido un buen presidente de una nueva transición, pero no el caudillo ni líder de un proceso histórico profundo como lo sería Peña Gómez.
La división entre ambos fue también una fatalidad, y solamente las viejas raíces de hermanos entre ambos pudieron trascender en la cercanía de la muerte, su alejamiento, ponderar los mutuos reconocimientos y finalmente el apoyo de Majluta a Peña Gómez, cuyo tributo engrandece el destino de su alma noble. Pero ahora no hablamos de gigantes, hablamos de gente que no entiende lo que está pasando, que no se percata que el PRD se aísla, que se disminuye, que puede convertirse en una organización de buscavidas y de politiqueros baratos.
El PRD tiene que unificarse sobre la base de ideas no de candidaturas, unificarse sobre la base de la lucha contra el paquetazo fiscal no sobre la base de apegos y de egos sino de generosidades y desprendimientos.
Santo Domingo, R.D., martes, 30 de marzo de 2012.
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