Por Juan Luis Séliman Haza
Seriamente cuestionado, a ochenta y nueve días de haber dejado el poder, el ex-presidente Leonel Antonio Fernández Reyna decidió romper el silencio y apareció ante el país con la intención de hacer una fervorosa defensa de sus ejecutorias de Gobierno y con el deliberado propósito de desligarse de todo aquello que le pudiese relacionar con el odioso y mortificante asunto del Déficit Fiscal.-
Esta vez, Leonel no logró sus objetivos.-
El pico de oro de la política vernácula no pudo satisfacer al auditorio nacional, en parte porque le echó manos a su tradicional estrategia de dirigirse al público con un lenguaje sofisticado, rebuscado y cargado de referencias y citas técnicas, que si bien le ayuda a fortalecer su reconocido perfil de hombre culto, no logró producir en la ocasión la muy solicitada, gritada y reclamada explicación de por qué fue necesaria la puesta en vigencia de esta odiosa Reforma Tributaria, ya convertida en ley, que se nos pegó de las costillas a todos los habitantes de la tierra del merengue como impostergable remedio destinado a conjurar el Déficit Fiscal que recibió el presidente Danilo Medina precisamente de sus presidenciales manos.-
La disminución en las recaudaciones del Estado, el enorme subsidio a la CDEEE, la obligatoria recapitalización del Banco Central y las numerosas construcciones decididas y ejecutadas desde el Poder Ejecutivo (me imagino que las de Obras Públicas y la OISOE) fueron las razones esgrimidas por el pre-destinado de Villa Juana, como los cuatro jinetes del apocalipsis financiero dominicano, sobre cuyos hombros y no los suyos, descansa la responsabilidad del gigantesco y pernicioso descuadre en las cuentas nacionales que aguijonea en forma dura y despiadada a la maltrecha economía popular.-
Esta vez, repito, Leonel no logró sus objetivos.-
Estuvo celebrado y aplaudido por un ordenado auditorio conformado por personajes que lucían como si fueran androides plastificados con aquellas caras que resultan tan odiosas e irritantes en estos días a la población, todos sentados allí muy correcta y militantemente y que fueron felices cuando el éxtasis y el paroxismo llegaron a su máxima expresión al escuchar de aquellos labios infalibles la máxima filosófica de “E'pa lante que vamos”.-
Mientras tanto, un pobrecito estudiante de medicina de San Juan de la Maguana observa en la distancia y dice: “Leonel: que muchacho más ameno”.
Santo Domingo, R.D., jueves, 15 de noviembre de 2012.
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