A PLENO PULMÓN
FEDERICO HENRÍQUEZ
GRATEREAUX
Los abusos de los políticos y de los partidos son hoy
dolorosos problemas universales.
Ciudadanos de muchos países intentan encontrar fórmulas legales o
“procedimentales” que les libren de ser víctimas en todos los casos. Quiebras
bancarias, deudas públicas, devaluaciones monetarias, déficits fiscales, se
descargan sobre el lomo del “hombre común”.
El llamado hombre común es la bestia de tiro de la democracia
contemporánea. Se ha emancipado del control de la antigua nobleza, de la
“aristocracia terrateniente”, para caer en manos de las nuevas elites
populistas, constituidas por funcionarios y dirigentes de los partidos
políticos.
En la edición de
ayer del diario “El País” aparece un escrito de José Antonio Gómez Yánez,
profesor español de sociología en la Universidad Carlos III. Se pregunta este
catedrático si la política puede ser reformada y, en caso afirmativo, ¿cómo?
Empieza su artículo aseverando: “Las elecciones gallegas y vascas han dejado
media docena de dirigentes políticos amarrados a sus puestos tras sus
catastróficos resultados…”. El autor
piensa que “la política española está enmohecida, momificada, que sigan
flotando estos náufragos lo prueba”. A
la hora de hacer el diagnóstico, dice: “El origen de esta metástasis no es sólo
la Ley Electoral… sino la falta de regulación de los partidos y del entramado
en que se ramifica la política”.
José Antonio Gómez Yánez, profesor español de sociología en la Universidad Carlos III.
Entre las cosas
que señala Gómez Yánez, algunas tienen semejanzas con las usuales en nuestro
país: “elegir al candidato mediante primarias, si hay dos, fractura la
organización en mitades, ya que los cuadros saben que quien gane nombrará en
cascada a todos los demás candidatos”.
En Alemania “la ley de partidos fija los congresos cada dos años, el
voto secreto de los afiliados a personas, no a listas, para elegir delegados a
congresos o cargos internos, y la auditoría externa de cuentas”.
De las
recomendaciones que ofrece el sociólogo para curar las “enfermedades” de
los partidos, mencionaré dos: “una ley de la función política que regule sus
retribuciones e indemnizaciones al cese o seguro de desempleo,
incompatibilidades, Seguridad Social y pensiones, prohibiciones de dietas a
reuniones de satélites de las Administraciones, estatuto de asesores,
etc.” Finalmente, “separar la política
del Poder Judicial, de los órganos reguladores, de los tribunales
Constitucionales y de Cuentas”.
Santo Domingo, R.D., jueves, 01 de noviembre de 2012.
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