viernes, 2 de noviembre de 2012

Tony Vicioso o la invención de un padre


Chiqui Vicioso

Hace cincuenta años, tomando fotos de una “Feria Mundial” ubicada en una media isla de cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados, moría, con un camarógrafo norteamericano y el piloto de una avioneta, un artista oriundo de El Conde, asiduo de las tertulias en La Cafetera y de las noches en el malecón donde, guitarra en mano, volcaba su alta y –presa- humanidad.

Cinco años después de esa pérdida otro artista: Ramón Lacay Polanco, escribía sobre Tony Vicioso y su serenata perdida, un poema en prosa donde contaba que cada cinco de agosto la guitarra tiene cico cuerdas: Zacarías Espinal y Gladio Hidalgo; Héctor J. Díaz y Freddy Miller, y también Tony Vicioso.

Este cinco de agosto se cumplen cincuenta años de la trágica muerte de aquel artista que fue Tony Vicioso, poeta enamorado de las noches profundas y a decir de Lacay, de esa luna maniática que hace cantar a perros y poetas.

Quienes le conocieron lo describen con su mirada oriental, ebrio de azul y alto de comprensiones y recuerdos.  Utiizando el seudónimo de Diodoro Daul fue poeta y bohemio y escritor y dibujante, compositor con voz de crooner y largura de palabras tristes.  Tocaba guitarra y piano, contrabajo, ukelele y armonium, pero se fue a los 38 años.

Lacay dice haberle conocido de niño, cuando confeccionaba hermosos papalotes que llenaban de admiración a la muchachada de la Cueva de las Golondrinas y el malecón aledaño.  Luego, ya más crecido, se dedico a la pintura y por su obra VERTIGO viajo a Estados Unidos.  En 1942 gana el Premio en Prosa con el cuento GUAZABARA, publicado en el folleto del Círculo de Bellas Artes.,

Tony Vicioso.

Escribe crónicas novedosas, poemas de corte moderno y relatos interesantes.  Conversador infatigable cuentan que hablaba ingles y francés y portugués y bailaba el “tap” y se sentía “snob” con su americana de cuadros y su bufanda, las mismas con que me observa en la vieja foto familiar que acompaña la entrada de mi casa.

Son vagas mis imágenes de niña, breves y a veces severas.  Tengo una carta donde le dice a mi madre que  me extraña terriblemente y tengo mis pocas fotos con  el donde me atribuye el mismo trasunto de su tristeza en la mirada.

Más que conocerle lo invento y me lo inventan.  Cada quien tiene una anécdota sobre sus bromas, sus risas, su generosidad o su locura.  En Montecristi quien fuera su amor de juventud se me abrazo ala cintura cuando le dije que era su hija y me llamo Tony;  y en Manzanillo, donde trabajo en la Grenada Company,  aun le recuerdan.

Santo Domingo, R.D., viernes, 02 de noviembre de 2012.

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