César Pérez
La multiplicación de protestas contra la bochornosa forma
en que la mayoría mecánica del partido/Estado aprobó el paquetazo fiscal en el
Congreso, su rápida promulgación de parte del Presidente y los horrendos
asesinatos policiales de un estudiante universitario, de una profesora y de dos
reclusos que se habían fugado de la cárcel, son hechos cuya inesperada amplitud y profundidad han puesto
al gobierno del presidente Medina ante una situación de repentina crisis.
Otros elementos de la referida circunstancia lo
constituyen las iniciativas de protestas frente a expresiones materiales de
corrupción: Funglode y las torres de apartamentos para funcionarios/militantes
y allegados del partido de gobierno y la generalización del sentimiento de que sean enjuiciados los
funcionarios implicados en diversos
actos de corrupción en el anterior gobierno, muchos de ellos reconfirmados en
sus puestos en la presente administración y recogido en la denuncia querella
presentada ante el Ministerio Público por dirigentes del partido Alianza País.
Multiplicar estas
acciones, desenmascarar y acorralarar las bocinas de este gobierno y a este
mismo, constituye un imperativo de toda la oposición. Sin embargo, parafraseando a Judt, para convencer
a la gente de que este país necesita salir del partido/corporación que lo
gobierna, se requiere de un discurso de
fines para trascender las protestas como único medio.
Vale decir, necesitamos diseñar una línea de acción con
una direccionalidad política para
articular una nueva fuerza hegemónica, donde quede claro no solamente que no
queremos el tipo de sociedad que se ido configurando en este país, sino el tipo
de sociedad que queremos. La hegemonía electoral y en gran medida ideológica,
que innegablemente ha establecido la corporación PLD, ha sido construida a
través de diversos programas de signos clientelares. Esa falsa conciencia, que
permea un importante segmento de la población debe ser derrotada con la
construcción de un sólido bloque político opositor.
Resulta imprescindible crear la conciencia en este pueblo
de que jamás ningún un partido, movimiento o líder establezcan un poder basado
en el control esencialmente absoluto de todas las instancias del Estado, de
que se instale un partido que del Estado
haga la fuente originaria del capital de sus principales dirigentes. También,
que la fuerza del cambio está en el país real, no en la que podamos tener en
nuestras cabezas; no puede ser de un solo grupo o clase social, ni de un solo
movimiento o partido, sino la pluralidad diversidad de fuerzas políticas que
efectivamente pueden contribuir a que salgamos de la corporación PLD.
Si no construimos
un pensamiento políticamente hegemónico, articulado en torno de esas ideas,
además por la demanda de una reforma política que democratice el sistema de
representación, la inclusión social, la libertad y el pulcro manejo de los
recursos públicos, difícilmente podremos hacer de las protestas un medio de
cambio sustantivo.
Sin una hegemonía política ideal y moral, ningún
movimiento produce un cambio sostenible.
Lo demuestran muchos movimientos de masas que han terminado con gobiernos de
derecha, incluso procesos revolucionarios como la de los claveles en Portugal
en 1975, por no cimentarse en una hegemonía terminó en el fracaso.
Como nos enseña el proverbio africano, sólo “cuando el
rebaño se une muere de hambre el león”.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 14 de noviembre de 2012.
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