martes, 27 de abril de 2010

Abril en la Memoria





Juan Taveras Hernández



Desde la muerte de Trujillo han pasado casi 50 años.

Desde el estallido de la revuelta de 1965 han pasado 45 años.

Y sin embargo el país continúa sumergido en el subdesarrollo. Nada nos dice que en poco tiempo la República Dominicana superará los niveles de pobreza y marginalidad que presenta en estos momentos. Por el contrario, todo indica que nos faltan muchos años para dar el salto cualitativo y cuantitativo que requiere el desarrollo.

Francisco Alberto Caamaño Deñó, el coronel de Abril

Los historiadores, sociólogos y otros expertos en ciencias sociales tienen que explicar por qué a la muerte del tirano no se produjeron cambios sustantivos que permitieran una ruptura de los esquemas vigentes entonces. De igual modo deben decirles a las generaciones posteriores qué pasó luego de Abril del 65 y la posterior intervención militar estadounidense de la cual se cumplen hoy, justamente, 45 años.

En 500 o 600 palabras de que dispongo es imposible ofrecer explicaciones satisfactorias sobre estos dos fenómenos sociales. Sin embargo puedo decir que el dictador fue asesinado, pero la dictadura no fue descabeza por completo. El trujillismo como método, como cultura y como fuerza política continúo vigente. Es más, aun hoy, pese a los cambios sustanciales que ha experimentado la sociedad, muchos de sus valores siguen incidiendo en nuestro medio. En pocas palabras: Mataron a Trujillo, pero no el trujillismo. Murió el tirano, pero no la tiranía.

Juan Bosch 'pasando la antorcha' a Leonel Fernandez

Dicen que sin “el borrón y cuenta nueva” de Juan Bosch el Partido Revolucionario Dominicano no habría llegado al poder porque los trujillistas no lo hubieran permitido. Posiblemente sea cierto, pero el ascenso del PRD al poder terminó dramáticamente con el golpe de Estado de 1963 que trajo consigo luchas populares incandescentes que alcanzaron su máxima expresión con el llamado a tomar las armas que hiciera José Francisco Peña Gómez un 24 de abril del 65. Pero antes el pueblo dominicano perdió a Manolo Tavarez justo, el líder político más puro que ha tenido el país después de Juan Pablo Duarte.

Comandante Manuel Ramon Montes Arache y un grupo de sus hombres-rana

El pueblo parecía encaminarse hacia la victoria cuando los revolucionarios constitucionalistas enfrentaron las fuerzas reaccionarias civiles y militares que se oponían al retorno al gobierno del presidente legítimo, profesor Juan Bosch. Una figura emblemática surgió casi de la nada para colocarse al frente de las tropas constitucionalistas: El coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Bajo su mando la insurrección popular se convirtió en una guerra patria cuando Estados Unidos decidió intervenir militarmente el territorio nacional, tronchando así los anhelos de libertad, justicia y liberación nacional de los dominicanos. Derrotado el pueblo en armas, Estados Unidos impuso un gobierno títere encabezado por Joaquín Balaguer que inició una contrarrevolución asesinando, encarcelando, torturando y exilando a los revolucionarios.

Como dijera Fafa Taveras, uno de los combatientes más importantes de aquella gesta, la guerra de Abril, convertida en guerra patria, es el acontecimiento más importante de la historia del pueblo dominicana después de la fundación de la República y la Restauración. Sin embargo, parece sepultada por el silencio y el olvido, para que no se repita.

A casi 50 años del asesinato de Trujillo, a 45 de la revolución de Abril y de la intervención militar estadounidense, la República Dominicana es hoy un pueblo fantasma, sumido en la pobreza y la marginalidad. La de Trujillo y la de Balaguer eran dictaduras amparadas, en el crimen, la prisión, la tortura y el exilio. Esta, la de Leonel Fernández, que igual pretende perpetuarse en el poder, es una dictadura mediática sostenida por la corrupción, el lavado, el narcotráfico y la violencia callejera. Y lo que es peor, no parece haber esperanza de cambio por el momento. Para nuestra desgracia el coronel que decidió casarse con la gloria en 1965 murió inútilmente en Caracoles en el año 1973. En estos tiempos nadie parece querer la gloria histórica. Muchos prefieren una contrata grado a grado, un ministerio, una senaduría con un barrilito, una embajada o una millonaria pensión.

Santo Domingo, R.D., martes, 27 de abril de 2010

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