lunes, 26 de abril de 2010

Mis amigos en la red



Elsa Peña Nadal

En este oficio de la “escribidera” online, una obtiene satisfacciones que si bien casi nunca son remuneradas, nos aportan la dicha del contacto con nuestros lectores; los que, en su mayoría, nos alegran la vida y nos motivan a seguir escribiendo.

Hasta los críticos regañones nos ayudan a mejorar por mas desproporcionados que parezcan sus comentarios, en los que a veces nos ubican en una u otra parcela política, o nos sacan trapitos sucios que nunca estuvieron en nuestros armarios.

Jose Pimentel M.
Pero, ellos contribuyen a recordarnos que no todos pensamos igual, y esto es un aporte al equilibrio que todo periodista debe mantener; y en el mejor de los casos, nos ayudan a ejercitar la paciencia, a ser más humildes y a reconocerles su invaluable derecho a disentir, desahogándose de la única forma que pueden hacerlo por esta vía.


Saul Pimentel
Con algunos de los lectores que me contactaron a mi correo de Hotmail, he cultivado una bonita amistad virtual. Entre los que me atrevo a mencionar sin violar su privacidad, están: Fraddy Pérez, residente en Nueva York; un chico (50 años) de Pedernales; muy trabajador y meritorio que hasta se puso a estudiar periodismo hace poco; P. García, de México; Susana Helbling de Argentina; y tantos otros de igual valía y aprecio para mí.

Y qué decir de los excelentes articulistas, entre los que contacté a una dilecta dama, Fedora Cabral de Rumland, que, cuando “nos tiraron las cartas” de la genealogía, resultamos ser primas por los Cabral y me puso al día de todos nuestros lejanos parientes, procedentes de Portugal. Y me invitó a su “Castillo de Cristal”.

Tiberio Castellanos

Aún recuerdo su ingenioso comentario: “En los Cabral está el tintero”.

También gane la amistad de don Tiberio Castellanos, ese caballero de mil batallas que escribe como a mí me gustaría poder hacerlo algún día; y de don Guido Feliz, ido recientemente a mejor vida; de Gregorio Malena, Leo Beato; y todos los que nos nutren con sus conocimientos.
Entre los que están también, don Reginaldo Atanay, veterano periodista, afable y filosofo paciente, que una vez me solicito escribir en su diario, con quien de paso gane la amistad de su esposa doña Luz; y los hermanos José y Saúl Pimentel Muñoz, viejos amigos y periodistas de los “de a veldá”, que también me abrieron las puertas en su diario Almomento.net.

Y el bueno de don Américo Valenzuela, que entró en mi vida con los miembros de Misión Rhama de Republica Dominicana, y me motivó a mirar al cielo en busca, no de estrellas sino de platillos voladores, y a escribir de ETs y a repetir mantrams de paz; y quien alterna los envíos de sus hermosas poesías, con recetas de la cocina de su natal San Juan.

Y no puedo dejar de mencionar, al amigo “de años ha”: Eulalio Almonte Rubiera, hombre de principios; excelente periodista radicado en Orlando, Florida, quien gentilmente distribuye mis artículos en su excelente blogs.

Y como la lista es larga; por ahora, pararé de contar.

Pero no sin antes mencionar, que entre estos amigos hay uno que es profesor universitario; un intelectual completo, de esos que se pasaron la vida sacando post grados en reconocidas universidades del exterior y aprendiendo cada idioma con el que se topaban; pero además, con una cultura religioso-filosófica que le hace conocedor y critico de las principales doctrinas; las pasadas y vueltas a poner de moda.

Es un conocedor de la Biblia y cristiano a carta cabal; pero no sigue dogmas ni ritos; con una vasta cultura musical, toca varios instrumentos, entre ellos el piano. Es poseedor de un fino sentido del humor y una agudeza mental que propicia un dialogo inteligente e interesante. Con un carácter fuerte y a veces, con muy malas pulgas, acumula la experiencia de sus más de siete décadas; pero ni por el diablo declara los años que tiene.

Me pide que escriba un libro; algo que debería él hacer para contar sobre sus viajes por Europa, India y Sudamérica: interesantes anécdotas de sus años de estudiante. Pero tiene el defecto de la extrema humildad de los muy instruidos.

Les copio el último de los escritos que me envió este amigo online, titulado:

Aprenda a hablar “Jurídico”.

En una de mis clases en la universidad, salió a colación el término homicidio. Un alumno, hablando de un caso ocurrido en su barrio, señaló que “el homicidio de Ángela todavía no había sido resuelto”.

Aproveché para aclararle que, en la práctica jurídica moderna, aunque todavía no figure en la legislación, homicidio sólo se aplica a la muerte de un hombre, y que para la mujer debe usarse el término feminicidio. Esa aclaración originó la respuesta del alumno, que ha servido para titular este segmento: “Profesor –me dijo--, enséñenos entonces a hablar jurídico”.

Para complacerlo, y para ustedes, van a continuación algunos términos de interés, provenientes todos del latín, y que son de uso común y corriente:

Homicidio, muerte de un hombre. Viene de homo, que significa hombre, y de cídere, matar. Feminicidio (no feminecidio, como he visto), muerte de una mujer. Viene de fémina, que significa mujer.

Patricidio, y más común parricidio, muerte del padre. Viene del latín páter, que significa padre. Matricidio, muerte de la madre. Viene del latín máter, que significa madre.

Fratricidio, muerte de un hermano o hermana. Viene del latín fráter, que significa hermano (a). Uxoricidio, muerte de la esposa. Viene de uxor, que significa esposa. Para la muerte del esposo se utiliza homicidio. Esposo en latin se dice sponsus, y parece que se dificulta su uso combinado con el verbo cídere, que significa matar.

Infanticidio, muerte de un niño (a). Viene de infans, que significa infante (a). Otros términos de uso corriente:

Currículum vitae, lista, hoja, o relación de vida. Vitae es el genitivo de vita, que significa vida, y se pronuncia vite, no vi-tá-e, como se oye generalmente.

Ipso facto, de inmediato, de una vez. En mi casa éramos seis hijos. Mi abuela nos decía frecuentemente: “Me recogen ese reguerete de juguetes, ipso facto”.

Infrascrito, de infra (abajo) y scriptum (escrito). Se acostumbra a decir, también “el abajo firmante”. Cuando yo era juez, algunos abogados comenzaban su perorata diciendo: “Magistrado, el infrascrito que os dirige la palabra…”

Para terminar; un chiste “lingüístico”: En una de las clases de la Maestría que imparto en Santiago, le pregunté a los maestrantes (estudiantes de maestría): ¿Por qué los cibaeños hablan con la i? Alguien del centro me contestó: “Aigunos, profesor, aigunos”

En verdad creo que el profesor debe salir de su clandestinidad y escribir por este medio para ilustrarnos con sus conocimientos y experiencias de vida. Pero, ¡cuidado con los comentarios, amigos foristas! Porque, con el genio que tiene, nos manda a todos a freír tusas en ocho idiomas y veinte dialectos.

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