viernes, 7 de mayo de 2010

Al por mayor, no al detalle




Rosario Espinal

Desde 1994 he expresado mi oposición a la separación de las elecciones, y me alegro que estas sean las últimas congresuales-municipales que se celebren a dos años de distancia de las presidenciales. Lamentablemente, la nueva Constitución mantendrá separadas las elecciones municipales a tres meses de distancia de las presidenciales y legislativas a partir de 2020. Un disparate de los tantos que incluye la nueva Constitución. Me explico.

En República Dominicana, al igual que ocurre en otros países presidencialistas, las elecciones no presidenciales registran un nivel de abstención mucho mayor que las presidenciales: 47% en 1998, 49% en 2002 y 42% en 2006. Niveles tan altos de abstención reducen la representatividad de los funcionarios electos.

La separación de las elecciones se promovió ampliamente como una forma de disminuir o evitar el arrastre. Pero en la única elección separada que no ganó el partido gobernante fue en 1998, y se debió al efecto Peña Gómez. El bloqueo político de Joaquín Balaguer que impidió el triunfo de Peña Gómez en 1994 y 1996, unido a su muerte poco antes de las elecciones de 1998, generaron un amplio apoyo por el PRD a fines de los años 90.

A partir de 2002, el partido en el gobierno ha ganado las elecciones congresuales-municipales. En el 2002 ganó el PRD, en el 2006 ganó el PLD, y en el 2010 se perfila ganador el PLD. Ojalá que con estos datos tan contundentes nadie en el país repita que la separación de elecciones elimina o reduce el arrastre, porque no ha sido así.

La otra justificación para separar las elecciones congresuales-municipales fue el desarrollo del liderazgo local. Pero las elecciones congresuales y municipales de la última década han demostrado que muchos candidatos ganan por la popularidad del partido que los nomina, no por méritos propios. En el 2002, la fuerza del PRD arrastró a los candidatos de ese partido, y en el 2006, la fuerza del PLD arrastró los candidatos peledeístas. Lo mismo se perfila en el 2010.

En estas elecciones, el peso de los partidos y sus líderes nacionales ha alcanzado nuevas dimensiones. La contienda se ha enfocado entre el PLD y el PRD, entre el liderazgo de Leonel Fernández y Miguel Vargas, no tanto entre los candidatos locales. Los líderes principales dominan la campaña porque ambos definieron estas elecciones, implícita o explícitamente, como preámbulo de las elecciones de 2012.

Desde el 2006, y ahora lo repiten, el PLD ha diseñado una estrategia de campaña que tiene como objetivo ofertar el partido y el liderazgo del presidente Fernández, y en un papel secundario aparecen los dirigentes locales. El PLD oferta candidaturas al por mayor, no al detalle.

Finalmente, es muy difícil que los partidos políticos desarrollen fuertes liderazgos locales en un periodo caracterizado por el transfuguismo. Los partidos favorecen ciertas figuras locales que tienen arraigo en sus comunidades, pero en general, la lógica de los partidos es colocar candidatos con base en cálculos pragmáticos, y que se mantengan afín a la corriente política que los ha sustentado.

Corolario: la descentralización ha sido un fetiche político en sociedades de fuerte tradición presidencialista y centralista como República Dominicana.

Santo Domingo, R.D., viernes, 07 de mayo de 2010

rosares@hotmail.com
http://www.clavedigital.com/App_Pages/opinion/Firmas.aspx?Id_Articulo=17563

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