Emilio José Brea García
La actual gestión municipal del Distrito Nacional brilla por sus desafortunadas e inoperantes genialidades.
Cargada de subjetividad unipersonal y tintada de fracasos previsibles, el absurdo pasó a ser su estandarte desde hace ya mucho tiempo, lo que incluye un total de ocho años en que ha estado al frente de la cuestión urbana perdida en un mar de inexactitudes en que ha primado el derroche y la petulancia de electos y designados, en una arrogante conducta pública que se supuso sería menos bochornosa y por lo menos, en los últimos cuatro años.
Esperábamos algo más sustancioso.
Bastaría leer las recientes declaraciones de su peculiar Alcalde para entender el nivel de obnubilación persistente que bloquea su apreciación de lo estético, de lo perceptual, de lo simbólico, de lo expresivo, comunicacional, educativo y valorativo que resultan los objetos absurdos que con pretensión ornamental, fueron colocados en un espacio residual afectando la psiquis, en su penetración subliminal, al hacer reaccionar negativamente la conducta humana, la individual y colectiva, dentro de un medio urbano urgido de necesidades perentorias -casi seculares- que aún permanecen sin resolver, no obstante sean de la completa y absoluta responsabilidad del organismo que lidera el ex síndico y actual alcalde, pero no sólo para enfrentarlos, sino paliarlos y resolverlos de una vez por todas.
Ya todo está dicho, pero… La desubicación contextual y conceptual de la Alcaldía, ha intentado justificar un costoso bodrio (11 millones según sus propias fuentes) de alucinógenas formas verdes y se entrampa en sus equívocos argumentales confundiendo naturaleza con escenografía metálica y de cartón piedra coloreada de espanto. Para colmo erró el emplazamiento, al ubicar semejante adefesio en las fronteras de las circunscripciones 1 y 2 del DN, supuestamente potenciales bastiones a su favor y en donde se pregona que su oponente tiene una alta tasa de rechazo por cuestiones meramente elitistas y prejuicios sociales.
Evidentemente que el bumerán se revertió zumbante. Las redes sociales de Internet están llenas de opiniones adversas. Son un desahogo más. Pero manifiestan el sentir social que se manifiesta decepcionado y desencantado de tanto absurdo.
Pero para comprender el entuerto de las inoperantes genialidades de la ex sindicatura y ahora flamante alcaldía, hay que ver atrás y reflexionar sobre las poco simpáticas ocurrencias que han estado sucediendo en el Distrito Nacional desde que lo imposible adquirió el vago matiz de las posibilidades improbables en medio de un retroceso palpable que se oferta, demagógicamente, como un avance apenas falsamente interpretativo y en medio de la recta final de una campaña de pretensiones reeleccionista.
Desde sus inicios estuvo previsto el fracaso del Malecón libre y otras vías, cerradas los domingos para convertirlas en absurdos parques. No fue suficiente explicarle a los “técnicos” que había primero que sanear todo el malecón, dotarlo de la infraestructura sanitaria que no tenía, agregarle seguridad e iluminación, y además, colocarle un sistema de señalización para viandantes y conductores vehiculares, que permitiera la reorganización del tránsito en toda la periferia que se vería afectada por el cierre dominical. Aquella escuela primaria tan elemental por básica, reprobó estos párvulos en las cuestiones urbanas.
Y sin embargo los parques, creados para ese solaz esparcimiento, permanecen abandonados mientras las calles fueron cerradas para antojadizos desahogos deportivos de gente que ni siquiera habita las inmediaciones. Otros fracasos abultan el currículo de derrotas municipales que se registran en el Distrito Nacional en lo que parecería un prolongado torneo de ineficiencia.
Lo irrecuperable del trébol del nueve o de la Duarte, cada vez más caotizado por una colonización brutal, se agrega a los yerros de la flamante ahora Alcaldía.
El desastre ambiental bajo los elevados de la París con Duarte y calles aledañas también.
El caos dominical de las fronteras del Distrito con el Santo Domingo Oeste, con el reguero del mercado de garrapatas en el 12 de Haina, no tiene asidero ni mínimamente lógico en calidad ninguna de posible oportunidad, por circunstancial que lo sea, más aún en una ciudad que anda coqueteándole a la capitalidad de la cultura (por lo menos en el presente año).
Cuando funcionó el intermitente bombillo de los desaciertos, se logró un amperaje relativo. Ocurrió con Las Canquiñas que son buenos porque están destinados a los niños, pero los manejan los adultos que son los que gustan de la estridencia y otros escándalos atorrantes, y hay una secuela orbital que gira en torno a ellos mismos, Las Canquiñas (no los niños), y es aquella en que las cocinas ambulantes de frituras antihigiénicas, los venduteros de chucherías y las peores artes del desahogo fisiológico se hacen presentes para estos improvisados visitantes que deben descargar "in situ" sus necesidades corporales almacenadas y lo hacen en medio del desparpajo. Luego vino la genialidad merecedora de "premios" ambientales internacionales.
Sustituir la sombra espesa de la fronda urbana por la relativa belleza de las esbeltas palmas de recuerdo trujillista. Se apeló a la alegoría de la esbeltez, evidente en su ideóloga, una europea que dijo en una conferencia en la UCNE (San Francisco de Macorís, en octubre 2008) todo lo contrario a lo que realmente han hecho con la flora urbana del DN. A nuestra pregunta dijo que ella hacía las propuestas pero que los ejecutantes eran otros... Así de simple.
Como muestra de lo que se dijo teóricamente, hay testimonio en las páginas de la guía telefónica del Directorio Comercial de Santo Domingo 2010. Búsquenlas en las páginas que deben ser la 7 y la 8. Allí el ADN se desmiente a si mismo...
(El autor es arquitecto y urbanista)
Santo Domingo, R.D., domingo, 02 de mayo de 2010
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