Andrés L. Mateo
(I)
Las últimas elecciones dominicanas han sido espectáculos de la plutocracia emanada de la corrupción. Hasta tal punto, que el poder que ha brotado de ellas podrá ser legal, pero nunca legítimo. Es por eso que aprovecho esta atmósfera circense para reflexionar sobre la idea de la libertad.
No hay libertad sino en la elección de un comportamiento humano que no brota del temor, de la miseria o de la ignorancia. Soy libre en la medida en que mis actos expresan mi voluntad no condicionada. ¿Ese instante en que echo mi voto en una urna me hace libre? ¿Es ese acto expresión de mi pura interioridad? ¿Puedo yo engreírme de una “libertad” indiferente, si domestican mi hambre, si controlan mi miseria, si los lazos que me unen al mundo lo adulteran con propagandas, con mentiras?
¿No es engaño lo que habita en esa facticidad desnuda de los políticos dominicanos, si mi propio yo es abolido, si la verdad es puro resplandor de charlatanes de feria, si en un mismo golpe extendido hasta el infinito se ha borrado todo vestigio ético, toda solidaridad verdadera? Cualquier esperanza que puedan suscitar las elecciones del 16 de mayo recibe de inmediato su desmentido.
Incluso, las elecciones dominicanas son el vivo ejemplo de la inequidad social, de la exclusión. Y no sólo porque para ser elegido se requieren millones de pesos, sino porque la “democracia” dominicana es, en rigor, una plutocracia. Quien mejor sabe que es así es Leonel Fernández, cuyo liderazgo no descansa en la idea, sino en la posesión del dinero. El verdadero candidato de estos sinvergüenzas es el Presupuesto. ¿Se puede ser libre entonces al margen de una esencia social que enajena, cosifica y objetiva en las propiedades de la riqueza material la conciencia y la conducta de los individuos? No. La cara de “Gata de María Ramos” del vicepresidente Rafael Alburquerque, hablando del Programa Solidaridad por televisión, no engaña a nadie. El Presupuesto es el gran candidato de las elecciones dominicanas. Que lo digan Félix Bautista y José Rafael Vargas, delfines del Príncipe.
En cualquier escenario que coloquemos las elecciones el diálogo vuelve a recomenzar. Nadie es libre mechado por la propaganda, intimidado por la miseria, cercado por la ignorancia, zarandeado por el todo inmutable y eterno discurso de la frustración. Si la libertad es la plenitud del ser, los dominicanos deberían ejercer su derecho al voto castigando a sus depredadores históricos: los políticos de todos los partidos que han manejado el poder y han fracasado en organizarla adecuadamente. Pero votar no es ser libre en esta sociedad, y todavía nos queda un largo camino para superar el desalmado lastre del despojo de la riqueza social a que nos someten nuestros “líderes” cada cuatro años.
Santo Domingo, R.D., jueves, 6 de mayo de 2010
http://www.clavedigital.com/App_Pages/opinion/Firmas.aspx?Id_Articulo=17556
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