Tony Raful
Todos los argumentos que pretendieron desvirtuar el carácter determinante de una conspiración golpista y de su materialización, atribuyéndole al presidente Juan Bosch una supuesta intencionalidad de ser derribado por un golpe de Estado, quedaron demolidos cuando Milagros Ortiz Bosch, la sobrina de Bosch, pero la más brillante graduanda del curso de Ciencias Políticas celebrado en Costa Rica, a raíz de la muerte de Trujillo, junto a José Francisco Peña Gómez, de una matrícula de más de 50 líderes juveniles de los tres partidos Unión Cívica Nacional, 14 de Junio y Partido Revolucionario Dominicano, logró dar a conocer el mensaje histórico, que el Presidente detenido, envió al pueblo dominicano en aquellas horas inciertas y dolorosas.
El mensaje de Bosch es un monumento a la dignidad nacional y a la resistencia popular y patriótica contra el golpe. Dice así: ”Ni vivos ni muertos, ni el poder ni en la calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta.
Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura. Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas pero también con justicia social.
En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre ni hemos ordenado una tortura, ni hemos aceptado que un centavo del pueblo fuera a parar a manos de ladrones. Hemos permitido toda clase de insultos, porque la democracia debe ser tolerante; pero no hemos tolerado persecuciones, ni crímenes, ni torturas, ni huelgas ilegales, ni robos, porque la democracia respeta al ser humano y exige que se respete el orden público y demanda honestidad.
Los hombres pueden caer pero los principios no. Nosotros podemos caer pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática. La democracia es un don del pueblo y a él le toca defenderla.
Mientras tanto, aquí estamos, dispuestos a seguir la voluntad del pueblo” (Juan Bosch, Palacio Nacional, 26 de septiembre de 1963).
Milagros Ortiz Bosch.
El presidente Bosch había desafiado al clan militar trujillista el 16 de julio de 1963 cuando fue personalmente a la Base Aérea de San Isidro, guarida de los golpistas, a requerimiento de éstos, con la finalidad de plantearle un conjunto de medidas con carácter de exigencia, que pretendían modificar la voluntad democrática y el ejercicio de poder constitucional de Presidente. Bosch rechazó las demandas de lucha contra el comunismo y les explicó en qué consistía la democracia, advirtiéndoles que no aceptaba imposiciones de ningún tipo.
Consciente de que el experimento democrático encabezado por él estaba bajo el asedio y la trama golpista, desde antes de tomar posesión el 27 de febrero de 1963, cuando hubo de derrotar a los grupos oligárquicos y conservadores del país en las primeras elecciones libres después del ajusticiamiento del tirano, el presidente Bosch mantuvo su lealtad a los principios y promovió medidas de alcance social progresista.
Producto de la agudización de las contradicciones políticas y sociales, así como de la campaña desestabilizadora impulsada por los mal llamados mítines de “reafirmación cristiana”, con el apoyo de un sector del Clero, la trama golpista se intensificó obligando al Presidente a tomar medidas condignas de su mandato constitucional, cancelado un oficial y un capellán católico, a los cuales se les sindicaba como inspiradores del golpe en el seno de los cuarteles.
Cuando la conspiración siguió creciendo, el Presidente ordenó la cancelación del coronel Elías Wessin y Wessin, del Centro de Enseñanzas de las Fuerzas Armadas, a quien se reportaba como el más entusiasta promotor del golpe de Estado en marcha. Increíblemente, el Presidente Constitucional de la República Dominicana no pudo cancelar a un oficial subalterno. Los militares se opusieron, lo bloquearon y lo conminaron a echar para atrás el decreto. Imagínense amigos lectores, a un Joaquín Balaguer, a un Antonio Guzmán, a un Salvador Jorge Blanco, a un Hipólito Mejía y a un Leonel Fernández, capitulando, rindiéndose ante un oficial que estaba subordinado por razones constitucionales a su poder decisorio de nombramiento y cancelación.
Este hecho insólito puso al descubierto la trama golpista y el inicio de la parte final del golpe tomando como pretexto la cancelación del coronel Wessin. Se produjo entonces un virtual estado de confrontación. Bosch apeló al pueblo dominicano, a las masas democráticas; lo prueba el hecho de que para facilitar la irrupción de las masas populares el Presidente, ante el desacato militar, propone inicialmente su renuncia frente al Congreso Nacional, o sea, frente a la mayoría de congresistas de su propia organización, con la finalidad de agravar la crisis con otra crisis institucional, que le diese potencialmente todos los poderes y aplastar a los golpistas, dando tiempo a una reacción también contragolpista entre los militares y el pueblo, extirpando de las fuerzas armas a ese clan trujillista que había heredado del Consejo de Estado y que debió ser eliminado como consecuencia de la depuración e institucionalización de los cuarteles.
El mensaje que le escribió al pueblo dominicano y le entregó a Milagros Ortiz Bosch, es explícito, no se trata de un Presidente derrotado, ni capitulacionista, sino de un hombre erguido en sus principios, que le dice al pueblo que solo al pueblo le corresponde defender su democracia, y que él está a su disposición, consecuente con sus ideas.
Por ello, los golpistas del 25 de septiembre no le permiten movilidad alguna, y lo secuestran con la finalidad de impedirle que guíe al pueblo dominicano a la conquista de sus objetivos sociales, económicos y políticos progresistas. En esas horas dramáticas, el pueblo dominicano contó con un Estadista, con un Mandatario, no solamente de luces, sino de valor y coraje en la resistencia y la desgracia.
Santo Domingo, R.D., martes, 28 de septiembre de 2010
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