En Plural //
Yvelisse Prats-Ramírez De Pérez
El incremento significativo y progresivo del financiamiento y el uso eficiente de los recursos son condiciones indispensables para convertir la educación en el eje fundamental del desarrollo.
No es mío este sentencioso párrafo.
No lo entrecomillé, jugando un poco con los lectores familiarizados con mis obsesiones, a las que atribuirían los criterios que encierran las 27 palabras.
Pero no. He copiado textualmente de la Declaración de Buenos Aires, V Conferencia Iberoamericana de Educación. Expresa el compromiso de los países allí congregados a través de sus ministros de educación.
El título del documento es perentorio: “La urgencia es hoy”.
¡Y esa declaración la firmó el/la secretario/ a de educación dominicano de entonces, en septiembre de 1995! Han pasado 15 años. En el interín, se han formulado en nuestro país en materia de educación importantes documentos y planes. El más relevante, la Ley 66-97 de Educación, pactada entre muchos actores del proceso educativo, después de 34 años reclamándola para sustituir la 2909, rezago de la tiranía.
La ley 66-97 tiene fallos, productos de la heterogeneidad de quienes la consensuamos.
Acogió, sin embargo, el hálito de la democracia y consagró en sus artículos 197 y 198 lo que constituyó un “issue”: asignar oficialmente un 4% del PIB, o un 16% del presupuesto nacional al sector educación.
Ese monto, para mayor júbilo de la comunidad educativa, era indexable.
O sea, la partida destinada a educación se incrementaría periódicamente, dentro de la lógica natural del crecimiento de la demanda de servicios educativos, en atención a que nuestra población infantil y juvenil es mayoritaria en los censos, ya que vivimos una época cada vez más demandante de información y conocimiento.
Al plantear ese presupuesto educativo, Lorenzo Guadamuz, Roberto Liz y otros economistas que calcularon la suma, no cayeron en la utopía.
Se fundamentaron en la media de América Latina que rondaba en 1997 medio punto más que ese 4%. Para actualizar el parámetro, puntualicemos que ahora esa media anda por el 5.5% del PIB.
El entusiasmo nos duró, parafraseando a Bosch, menos que una cucaracha en un gallinero. La ley 66-97 jamás se ha cumplido, en ese capítulo ni en otros. Solo en el 2003 un gobierno perredeísta nos puso a tangenciar el 3% del PIB. De ahí hasta el presente, un vergonzoso, ilegal criminal 2% del PIB ha sido la media en todos los gobiernos. En boca de los presidentes, empero, siempre se ha proclamado retóricamente la importancia y la prioridad de la educación “como eje del desarrollo”.
De la Declaración de Buenos Aires que señaló “la urgencia es hoy” aquí solamente nos llegaron como mustios pajaritos de papel, las huecas palabras.
Jefes de Estado y de Gobierno de la UNASUR, reunidos en el Palacio San Martín en Buenos Aires, República Argentina el 1º de octubre de 2010.
Este año, el escándalo: lo que aprobó a vapor el Consejo de Desarrollo para la educación no llega ni siquiera a ese 2%. El PRD, a través de nuestro presidente Miguel Vargas, denuncia la cifra espantosa: 1.9 % del PIB. ¡Solo un milagro deshacedor de entuertos en el Congreso salvaría la educación dominicana! Pocas horas después de ese desaguisado, el presidente Fernández se despachó en la ONU ensartando vagas excusas fuera de tiempo en su confesión de que nuestro país no alcanzaría las metas de los Objetivos del Milenio. ¡Ni siquiera Presidente, en esa educación a la que ha dedicado tantas bellas palabras! Si los delegados que escucharon el discurso exculpatorio de Leonel Fernández en la ONU hubiesen dispuesto de una lista de las inversiones educativas en República Dominicana durante sus 10 años de gobierno, rematadas por este ignominioso 1.9% del PIB, el fracaso del objetivo del Milenio referente a educación les sería comprensible; percibirían claramente la relación causa-efecto.
Es que hasta un niño comprende que cuando papi decide gastar en adornos suntuosos incompatibles con su humilde vivienda, disminuyendo el presupuesto alimenticio, todos en la casa sufrirán de anemia.
(La similitud en este ejemplo con los Metros NO es pura coincidencia).
Esa anemia que ronda la falsemia aqueja a la educación dominicana: en su calidad y su equidad, los nuevos reclamos del siglo XXI; y a confesión del propio Presidente de la República también en la modesta meta razonable, resto de las deudas sociales de pasados siglos, de asegurar ingreso y permanencia universales en la educación básica. ¡Todavía! Si no lo priorizaron a la hora de construir lo no planificado; si no los detuvo en el momento irreflexivo de repletar el gasto público con diplomáticos sin sede, subsecretarios sin funciones, asesores ágrafos y abultadas nominillas; si no los inmutaron los lugares oprobiosos que en los rankings internacionales ocupa nuestra educación, ¿para cuándo, entonces, ciudadano presidente? Conjuguemos de nuevo los tiempos.
La urgencia ya no es hoy, como se dijo en 1995. La urgencia fue ayer, y por no responderla incumplimos el Objetivo del Milenio en educación.
¿Y el mañana?
Santo Domingo, R.D., sábado, 02 de octubre de 2010
http://www.listin.com.do/puntos-de-vista/2010/10/1/161013/La-urgencia-fue-ayer
http://presenciadigitalrd.blogspot.com/la-urgencia-fue-ayer/yvelissepratsramirezdeperez/articulo/
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