Crónica del Presente //
Euclides Gutiérrez Félix
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, en términos económicos el gobierno del régimen dictatatorial de Rafael Trujillo Molina estaba consolidado con mucha seguridad, consecuencia de los beneficios que se habían obtenido en la venta de los productos nacionales principalmente azúcar, cacao, tabaco, café y frutas tropicales como la piña, naranja, mango, lechosa, toronja y limones agrios a los que se deben sumar plátanos y yuca en el poderoso mercado de las Islas del Caribe, en ese momento la totalidad de ellas Colonias de Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica. Al finalizar el conflicto bélico que había estremecido al mundo, e iniciarse el segundo lustro de la década que había comenzado en 1940, el gobierno puso en ejecución un gigantesco plan de construcciones físicas que se ejecutó en todo el territorio nacional.
Hospitales, carreteras, puentes, caminos vecinales, calles, aceras, acueductos, cuarteles militares, parques, mercados, pequeños y hermosos edificios que serian la sede en todos los municipios cabecera del Partido Dominicano, único y poderoso instrumento político fundado catorce años atrás, que le permitía a Trujillo tener el control absoluto de la Nación. El autor de esta columna ignora las razones por las cuales el antitrujillismo mercantil, embustero y fabulador, quiere obligar a los que tenemos la misión de escribir, modestamente, los episodios más importantes de nuestra historia, neguemos la realidad de lo que sucedió en ese periodo político llamado Era de Trujillo. Para el momento que señalamos, al inicio del segundo lustro de la década de 1940 hacía años que el gobierno de Trujillo había construido el Puerto de Santo Domingo bajo la dirección del Ingeniero Naval de origen puertorriqueño Félix Benítez Rexach.
Juan Bosch, el gran maestro político dominicano y de América de todos los tiempos y el ensayista histórico más brillante que ha tenido la República Dominicana, dijo en reiteradas ocasiones que la obra más importante que Trujillo había construido entre 1930 y 1950 fue el Puerto de Santo Domingo, de incuestionable utilidad, como obra fluvial y marítima, porque ese puerto contribuyó notablemente a la expansión del comercio de exportación e importación del país. El gobierno contrató los servicios de una poderosa y eficiente compañía estadounidense llamada Lock Joint Pipe Company, “La Yonpai”, como la lamaban popularmente, con quien suscribió varios contratos por más de cuarenta millones de dólares que era la moneda de papel que circulaba en el país. Es lógico pensar desde luego que el 10 por ciento de esos millones de dólares fue a parar a los bolsillos de Rafael Trujillo Molina. “La Yonpai” reconstruyó y asfaltó casi todas las calles de la ciudad de Santo Domingo en el área que en columnas anteriores habíamos señalado y que comprendía desde el rio Ozama, la George Washington, la Máximo Gómez y lo que hoy es la Avenida Duarte y así mismo construyó el sistema pluvial y alcantarillado sanitario de la ciudad capital.
Esa misma empresa constructora realizó esas obras de infraestructura en Santiago y en casi la totalidad de las comunes cabeceras de las provincias más importantes del país. Obras de incuestionable calidad que han perdurado en su mayoría por más de 60 años. (Continuaremos)
Santo Domingo, R.D., lunes, 04 de octubre de 2010
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