Katia Miguelina Jiménez Martínez
Jueza de la Corte de Apelación del DN
En lo que va de año he sido víctima de robos de autopartes en siete ocasiones. No ha servido para nada que interponga denuncia, mucho menos que ostente el cargo de jueza de la Corte de Apelación, lo que ha debido implicar que se me dispense de mayor protección, no por el carro y los interminables robos, sino por los peligros a los que estoy expuesta por mi trabajo, pues si con tal facilidad me rompen los cristales para robarse un radio o los espejos retrovisores, no creo que les resulte difícil atentar contra mí o mis familiares. Es más, ha debido llamar la atención de que en el edificio donde vivo sólo a mí me roban, cuando los demás también tienen carros. ¿Será en represalia? No obstante, la vigilancia policial sigue siendo nula.
Aún no logro entender razón válida para que las autoridades no persigan ni sometan a la justicia a quienes suelen comprar autopartes robadas. Ya he denunciado antes la forma en la que luego de que me roban lo que es mío, me ha sido propuesto en venta en un populoso sector de la capital. Y es que esos “viciosos” o “huele cemento”, que al decir de las autoridades son los que se dedican a este tipo de ilícitos, dejarían de cometer estas fechorías si se persiguiera a los que compran tales piezas, pues mientras exista mercado, o sea gente que compra autopartes robadas, existirán personas que se dediquen a robarlas. Es algo así como “vayan y roben que yo les pago”, lo que incentiva más la delincuencia.
Les aseguro que no es tan difícil ponerle fin a esta situación, que por más leve que parezca frente a otro tipo de delitos, no deja de producirnos indignación e impotencia, ni de revelar los niveles de inseguridad, ineficacia, complicidad y hasta corrupción que existen. Además, no olvidemos que con nuestros espejos retrovisores, tapabocinas, radios y demás, otros se están enriqueciendo ilícitamente en las narices de nuestras autoridades, pues es un “negocio redondo” el de la venta de autopartes robadas, a tal punto que hasta se roba por encargo.
Sin embargo, las autoridades lo ven como un robo de “espejitos y tapitas”. Pero no es tan simple, pues en la cadena que se da en el robo y posterior venta de autopartes hasta se paga “peaje”, por lo que debemos tomar en cuenta que no sólo hay robo sino hasta corrupción.
Las “tiendas del delito” son conocidas por las autoridades, pues a mí me remitieron hasta allí como forma de calmar mi preocupación ante los altos costos que para mí conllevaría reponer mis autopartes en las tiendas regulares.
Pienso que además de perseguir y someter a quienes roben, desmantelen y comercialicen, vendan y compren autopartes robadas debiera legislarse al respecto, estableciendo como un tipo penal especial estos hechos, y que la sanción sea privativa de libertad, al tiempo de establecer controles que prohíban la compra o venta de repuestos o piezas usadas de carrocería de vehículos de motor o motocicletas, por ningún establecimiento comercial que no presente la factura de adquisición o la liquidación de aduanas, que certifique que esas piezas fueron importadas y que el referido establecimiento posee la licencia, así como el registro nacional del contribuyente.
Es casi seguro que este problema no le afecta a los que pueden en vivir en lujosas torres con parqueo soterrado y vigilancia privada, pero en mí caso eso no ha sido posible obtenerlo pues soy de las que viven de un salario, y a pesar de estar expuesta a los peligros que conlleva la difícil misión de ser jueza penal no dispongo de ninguna seguridad que impida que estas situaciones, y otras que pudieran ser peores, me afecten. Ciertamente, ya “toy jarta”, pero sigo contando hasta cien. (Reproducido de 7dias.com.do)
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