Fernando Bárcenas
Las leyes, como las telarañas, enredan
al débil, pero son rotas por el fuerte. Solón
Comandante Daniel Ortega,
presidente de Nicaragua.
presidente de Nicaragua.
Con relación con el conflicto de límites con Costa Rica, a pesar de contar con sobrados argumentos favorables, el gobierno de Nicaragua ha perdido en los foros internacionales no ya la iniciativa, sino la capacidad de defenderse. Desalentado, en un ambiente colegiado donde a fuerza de argumentos se ejerce algo más que la disidencia, abandona el terreno diplomático y se aísla, dando la sensación de un animal herido que se retira a morir.
La política que interesa a la población de ambos países, busca la unidad de los pueblos en pro de intereses comunes. Para un socialista, la posición correcta mira más allá que resolver diferendos fronterizos. Su objetivo, por sobre el derecho, apunta al uso de los recursos naturales y de la tecnología en función de necesidades compartidas, en una patria común, gobernada por los trabajadores.
No obstante, la contienda de esgrima que Nicaragua desarrolla en la OEA, como arte oratoria de defensa y de ataque, es la de quitarle trabas, con la punta del florete, a la solución del conflicto por vía negociada. Neutralizando, a su vez, en el salón del duelo irreversible, con una parada eficaz, aquellas resoluciones propuestas a los diplomáticos, que intentan dar una estocada a las medidas adoptadas.
Costa Rica apoyó de inmediato la propuesta de Insulza, de retirar las tropas armadas nicaragüenses de la zona del conflicto, para dar inicio a las negociaciones. La mayoría de los diplomáticos, sin una contrapropuesta de Nicaragua, apoyaron, también, el pedido de Insulza.
Nicaragua comenzó a dragar, de manera artesanal, donde todo indica que existía el caño a que se refiere Alexander, cuando estableció en su primer Laudo, en 1897, que la demarcación de la frontera de Nicaragua comenzaría en Punta Castilla, y correría al este de la laguna de Harbor Head, para continuar hacia el San Juan por el caño más próximo.
Río San, Nicaragua.
Esta iniciativa debía producir la recuperación del caudal del San Juan; y empeñaría a Costa Rica a la demarcación de la frontera en coordenadas de posicionamiento satelital. Ya sea por consenso entre las partes, o por medio de un fallo arbitral de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Asociado al dragado, Nicaragua ha dispuesto la presencia de tropas del ejército (alrededor de 20 soldados), para prevenir que policías de Costa Rica detengan el dragado y capturen al personal que opera la draga.
La resolución de la OEA, del 12 de noviembre, que exige la salida de las tropas del Ejército de Nicaragua de Harbor Head, significa un retroceso tangible de su iniciativa de dragado. Conduce al empantanamiento del diferendo, y a la pérdida de control del rumbo y de los plazos de desarrollo del desacuerdo. Es, en términos militares, una derrota estratégica, que no está motivada, sin embargo, por la correlación de fuerzas, sino, por la impericia diplomática del gobierno de Nicaragua.
Frenar el dragado, ahora, es darle a la zona, por efecto del conflicto, un carácter de “tierra de nadie”, que en las Naciones Unidas se maneja como “territorio neutral”, usualmente, ocupado por cascos azules, por décadas. Ello permitiría a los gobernantes costarricenses conseguir lo esencial: garantizar el azolvamiento continuo de la bahía que, al fin, llevaría a que Nicaragua pierda físicamente, en pocos años, las aguas del Río San Juan, desviadas naturalmente hacia el Río Colorado.
Aquellos que presentan la resolución de la OEA, del 12 de noviembre, como una victoria de Nicaragua, no alcanzan a ver la importancia de conservar la iniciativa estratégica. Sus argumentos se centran en que se obligaría a Costa Rica a negociar la demarcación de la fron tera, y pasan por alto que los tiempos y el ritmo de una negociación se establece en función de la situación que permite, a cada parte, la mejor correlación de fuerzas. Con la salida de las tropas nicaragüenses, el gobierno de Costa Rica obtendría una situación más favorable, en la cual, al detenerse el dragado, le resulta posible y conveniente darle largas a la definición de la frontera.
Por ello, más importante, incluso, que la demarcación de la frontera, es que no se detenga el dragado. Este elemento es el que determina la ventaja posicional, en la cual, el tiempo, con el avance del dragado, corre a favor de Nicaragua.
La tarea de Nicaragua, en consecuencia, era impedir que directa o indirectamente se emitiera una resolución que detuviese las labores de dragado. Debió exigir que en la resolución de la OEA se suprimiese cualquier señalamiento al retiro de tropas. O, por lo menos - en busca de atraer algún aliado más en la votación -, debió proponer que fuerzas de paz se establecieran junto a las tropas que cada país tiene en la zona de conflicto (para restarle fuerza al argumento de la invasión). O bien, por último, a fin de ampliar los posibles aliados en la votación, y para conservar lo esencial, debió proponer que se incluyera en la resolución, que no se detendría el dragado (para que no continúe la sedimentación), antes de dar inicio a las negociaciones binacionales.
En la reunión de cancilleres, convocada por la OEA, para el próximo 7 de diciembre, Nicaragua aún puede proponer que estaría en grado de aceptar el retiro de las tropas del ejército, de Harbor Head, por un tiempo prudencial, para iniciar de inmediato la demarcación conjunta de la frontera, con base a los tratados y laudos existentes, a condición que la OEA dé seguridades que no se detendrá el dragado por acción de Costa Rica, ya que cualquier agresión a los civiles que ejecutan las labores de limpieza del caño anegado, daría origen a un conflicto militar.
A la vez, propondría en los foros pertinentes, la preservación conjunta de la cuenca binacional del Río San Juan. Presentaría allí el daño ecológico que produce Costa Rica a dicha cuenca, por la erosión de suelos, por la contaminación de pesticidas y de desechos urbanos e industriales, y por el transporte de arenas y cenizas volcánicas (desde la cordillera central). El dragado de la bahía del San Juan, es parte del plan de manejo ambiental sostenible, ya que permite la navegabilidad del río nicaragüense. Así mismo, se debe demandar de inmediato a Costa Rica en la Corte Internacional de La Haya, para que se proceda a amojonar la frontera, con base a los tratados de límites y laudos existentes.
La demanda de navegación del Río Colorado, expuesta por el doctor Argüello (representante de Nicaragua en La Haya), puede tener sentido, en caso que por la sedimentación se vuelvan innavegables los 30 kilómetros finales que llevan a la desembocadura del San Juan. En otros términos, si la Corte llegase a fallar que los humedales de Harbor Head pertenecen a Costa Rica; y resolviera, además, denegar la servidumbre de paso por el caño que une la laguna de Harbor Head con el Río San Juan (convenientemente dragado para este fin), entonces, la servidumbre de paso que requeriría la navegación de nicaragüenses por el Río San Juan, tendría que derivarse hacia las aguas del Río Colorado.
Por ahora, la servidumbre de paso es un argumento irrebatible, en la próxima reunión de cancilleres en la OEA, de la razón por la cual no se podría frenar jamás el dragado de tres kilómetros en Harbor Head, aún en el caso que un tribunal internacional fallase – en contra de toda lógica - que la zona donde se draga actualmente el caño fuese de Costa Rica. Ya que el despeje del sedimento, en ese sitio, sería una condición indispensable para restablecer la navegabilidad de los nicaragüenses por un río propio de 200 kilómetros de longitud (desaguadero del Gran lago de Nicaragua).(El autor es ingeniero eléctrico)
Managua, Nicaragua, martes, 23 de noviembre de 2010
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