Lilliam Oviedo
“La muerte de las hermanas Mirabal había sido largamente elaborada. La orden había llegado hasta el Servicio de Seguridad, pero los mismos sabuesos que se habían formado en esa escuela de crímenes habían retrocedido ante esa mostruosidad. Johnny Abbes García, cerebro diabólico que introdujo en el presidio de “La Cuarenta” los sistemas de torturas más odiosos, escurrió el bulto a semejante iniquidad y precipitó con ese fin el viaje que hizo a Checoslovaquia y a otros países situados tras la Cortina de Hierro. El Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, general José René Román Fernández, a través de quien fue transmitida la orden, tuvo que hacer uso de toda su autoridad para que se cumpliera el hecho horrendo”.
Así se expresa Joaquín Balaguer en La Palabra Encadenada (página 317, edición de 1993).
¿Cómo llegó la orden? ¿Cuáles recursos utilizó Román Fernández? Balaguer no responde porque no le conviene, y conoció detalles porque, el 25 de noviembre de 1960 él era presidente de la República. ¿Por qué liberar de culpa al títere o al titiritero?
En el 50 aniversario del asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, hay que hablar de futuro. Es preciso reiterar la condena a la tiranía y rechazar el intento de limpiar la memoria de Rafael Leonidas Trujillo Molina. Las deudas de sangre no prescriben, y tampoco prescribe el delito de convertir en patrimonio personal el erario. Presentar como ente de progreso a un criminal impenitente, es un despropósito que la sociedad no puede tolerar.
Lo mismo cabe decir sobre la manipulación que realizan balagueristas de antaño y de nuevo cuño, quienes tratan de pintar de otro color las páginas teñidas de sangre en la historia de los gobiernos encabezados por Balaguer. El propósito es seguir buscando canonjías sin ser señalados como oportunistas de siempre o como abominables claudicantes.
Si se desea saber por qué Balaguer continuó sirviendo a la dictadura después de lo que él califica como “el más repugnante de los crímenes de la Era de Trujillo”, basta revisar la lista de asesinatos durante los doce años comprendidos entre 1966 y 1978 y las crónicas de sangre entre 1986 y 1996 (tras dos gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano en los cuales también hubo tropelías) por el uso de la represión como recurso de coerción social y de imposición política (Jesús Diplán, Efraín Ortiz y Narciso González son víctimas políticas).
Lejos de construir un museo a Trujillo, procede colocar nombres dignos a todo aquello que ha sido designado con el nombre de Balaguer… Un proyecto de cambio no puede tener como símbolos a los exponentes del autoritarismo y la violencia… y jamás será dirigido por herederos de los déspotas…
Santo Domingo, R.D., miércoles, 24 de noviembre de 2010
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