Narciso Isa Conde
El Estado cuenta con un “poder temporal”, que se somete a “sufragios” y se alterna en la elección del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo.
Dispone además de un “poder permanente” que no pasa por elecciones y que opera a través de los cuerpos militares y policiales, del empresariado (oligarquía criolla y corporaciones transnacionales), de la jerarquía católica y su peso ideológico, de potentes medios de comunicación, de la Embajada de Estados Unidos y sus mecanismos tutelares (USAID, CIA, Misiones Militares, DEA, tratados bilaterales, FMI, BM, ONU, OEA, TIAR…).
Los partidos funcionales a ese sistema son instrumentos para el ejercicio periódico del “poder temporal”; siempre amarrado al “poder permanente”, salvo cuando accede al gobierno una fuerza que procura independizarse del poder. Su alternancia da apariencia de democracia y es útil para reducir tensiones, lavar rostros y “cambiar” sin hacer cambios.
Un nuevo fenómeno, sin embargo, va erosionando ese recurso engañoso. El neoliberalismo “homogenizó” ideológicamente a esos partidos, mientras los procesos de corrupción y perversión han creado una partidocracia con base económica propia que controla e iguala a esas organizaciones en el ejercicio de “poder temporal”.
La partidocracia ha evolucionado hasta convertirse en componente del “poder permanente” y del “poder temporal”, asumiendo la definición de una “clase imprevista”.
Sus facciones compiten pero comparten complicidades, impunidades y homenajes esenciales, más allá de la existencia física de sus representantes. Las ofensas se reparan, protegiéndose mutuamente de prisión larga y condena pública persistente.
La figura presidencial se torna inmune, impune y “sagrada” (no importa los delitos cometidos) y los duelos y honores nacionales colman su paso hacia la muerte ¡La misma calaña los une en el atropello a la verdad histórica! Por eso ahora se procura otorgar categoría de héroes y patricios ilustres a dos expresidentes fallecidos, responsables de sendas administraciones corrompidas y de dos genocidios infames: el “Caracazo” del 89 y el abril del 84.
La partidocracia pervertida se compacta, antes, durante y después de las “honras fúnebres”. ¡Actúa como claque en sí y para sí!
Santo Domingo, R.D., viernes, 31 de diciembre de 2010.
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