viernes, 10 de diciembre de 2010

La palabra, la razón y el fondo

El Bulevar de la vida //
Pablo McKinney
pablomckinney.com    

 “Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra." Blas de Otero.

¿Qué nos está pasando?

¿Por qué, de repente el país parece haber perdido el norte, ahora que gracias a don Mario ya sabemos que “el sur también existe?.”

¿Dónde se fue, sino la cordura, digamos la lógica, el sentido común, e incluso el disimulo?

Cuando en un patriótico acto de civismo, la ciudadanía sale a las calles y los parques a expresar su apoyo al cumplimiento de la ley en lo que tiene que ver con la asignación del 4% del PIB a la Educación, pues justo ahí mismo, viene y estalla en las manos mediáticas, transversales y convergentes del ministerio de Educación, su decisión de, -unilateralmente-, borrar el Español y la Historia como materias formales del curriculum de nuestras escuelas primarias, justo y cuando el proceso de inevitable globalización cultural del mundo, impone a los países que merecen el nombre de país, un reforzamiento de ambas materias fundamentales, una para pensar y la otra para existir como patria.

¿Pero y qué nos está pasando?

Según los especialistas, como la profesora Nuñez Fidalo, el ILCE, la institución mexicana que elaboró los materiales para “transversalizar” la materia del español, no tiene experiencia en estos asuntos, sino en elaboración de materiales de comunicación audiovisual. ¿Y entonces?

Los especialistas saben la importancia fundamental del texto escrito para conceptualizar, entender, comprender y poder aprender, o sea, hacer suyo un conocimiento. Eso nadie lo discute. Quien no lee no piensa. Si así no fuera, a los carajitos de los países desarrollados las clases se les darían en muñequitos y audiovisuales y no leyeran nunca El Quijote, La isla del tesoro, La mañosa. Ay, la palabra, estúpidos, la palabra. El texto escrito, la palabra.

Pero, dejando de lado esa verdad de Farmacia Mella, pregunta uno: ¿cómo puede un ministro and friends en su sano juicio, sin tomarse un trago, visitar El Bomba ni escuchar de más al Sabina, fundamentar la educación de los niños dominicanos en aparatos y productos audiovisuales en un país donde en las escuelas no hay equipos reproductores y si hubieran no hay electricidad para que funcionen, y posiblemente ni un sereno/guachimán o guardia para que los cuide.
Pero, y ¿qué carajo es lo que nos está pasando?

Por todo lo anterior, y otros versos, este bulevar de viernes se declara incapaz de explicar cómo un puñado de gente brillante y leída, que ama los textos, la palabra, gente profunda y letrada de aquí y de allá, no puede ver que el país se desgrana “como un racimo negro”, “como un hormiguero pateado”… Anoche, en La Cafetera de El Conde y después del segundo café expreso, Gabriel Celaya lo advertía, (eran más de las once):

“Porque vivimos a golpes,
porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo,
estamos tocando el fondo.”

Santo Domingo, R.D., viernes, 10 de diciembre de 2010.

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