Félix Santana García
El hecho de que las autoridades dominicanas, no impriman de manera oportuna, el menor esfuerzo en sintonizar con el sentir de una población, que reclama mejores condiciones de vida, se podría decir, sin temor a equívocos, que el gobierno adolece de empatía.
Empatía, palabra rara o extraña para el común de los dominicanos, que explicado de manera sencilla, significa ponerse en el lugar de otra persona, es decir, intentar ponerse mentalmente en la situación del que sufre o del que padece alguna necesidad. Escuchar y sentir lo que otras personas puedan sentir, mirando más allá de las palabras o de los gestos, de forma sincera.
Si se toman de ejemplos, los últimos reclamos de la población dominicana, como el aumento de la inversión en educación en un 4% de todo lo que producen los sectores económicos del país (PIB), que no se aumenten los precios de los artículos y servicios de primera necesidad, que se destinen mayores recursos para el control de la delincuencia y seguridad.
También, que no se aumenten los precios de los combustibles, sin que no hayan razones que los justifiquen, que reduzcan los impuestos de los mismos, que no se aumente la tarifa de la energía eléctrica, entre otros.
Leonel Fernández y Temístocles Montas, ministro de Economía Planificación.
Ante estos reclamos, las autoridades dominicanas dirían que no hay dinero o presupuesto, pero si se ponen los pies sobre la tierra, si se quiere, si existiese voluntad política, si las autoridades tuviesen un ápice de sensibilidad social, se podrían complacer éstas y otras demandas.
El arte de administrar, se fundamenta en planificar, coordinar, organizar, dirigir, controlar y evaluar las ejecutorias, que han de llevarse a cabo, a la luz de los objetivos y metas de una institución privada o pública, pero haciendo uso adecuado o racional de los recursos financieros que siempre son escasos.
Siempre existirán necesidades, el ser humano como ente pensante, inconmensurable, ávido de novedades, de imaginación ilimitada, inquieto, buscará continuamente, como ha sido desde que llegó a la faz de la tierra, mejoría en sus condiciones de vida.
Ahora bien, la pregunta elemental obligada ante lo dicho hasta ahora, sería, ¿se podrían complacer estas necesidades, cuando ante los ojos de todos, existe un alto índice de corrupción, incremento en los gastos de viajes, gastos en dietas, hospedajes en hoteles lujosos, alquiler de aviones, comidas a la carta, obsequios, ropas de lujo, incremento de nóminas, gastos en publicidad, honorarios y otros?
Lo primero es lo primero, pero las autoridades del país, han sido muy eclécticas en su decisiones, al privilegiar primero, el disfrute de una vida de reyes, de boatos, altos sueldos, en libar buenas bebidas, en fin, gozar y gozar con el dinero del pueblo.
¿Cuánto no se ha escrito sobre este tema?, mucho, hasta la saciedad, pero las autoridades de turno no muestran preocupación por sus gobernados, por lo que no hay empatía relativa a las necesidades de una población pobre, que se cae a pedazos.
Las recomendaciones para corregir esta situación, caen por su propio peso. Ellos y todos las conocen, pero no hay voluntad, no hay deseo, no hay preocupación, no hay empatía en resolver, las más mínimas de estas necesidades. Querer es poder.
Señor presidente, reduzca los gastos o reoriéntelos hacia las áreas de: enseñanza, agricultura, salud, seguridad ciudadana, combate a la delincuencia, saneamiento de cañadas, caminos vecinales, calles polvorientas, talleres laborales, deportes y fuentes de empleos.
Si hace esto, señor presidente, usted y su gobierno demostrarán empatía ante los reclamos de su pueblo. Es muy sencillo, solo escuche y responda. Sacrifíquese por su pueblo. Deje a sus conciudadanos un país mas institucionalizado, más organizado y seguro, un país menos hambriento, más educado y saludable.
Pero como nada de esto sucederá en lo que resta de su gobierno, la población se apresta ya, a cambiar de autoridades. Lo que no funciona se sustituye.
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