Adriano Miguel Tejada
Para que este país pueda encaminarse por senderos de desarrollo integral, nos hace falta el elemento que sirve de pegamento al tejido social: la confianza.
Aquí, el consumidor desconfía del comerciante; el
Gobierno de los contribuyentes; los ciudadanos desconfían del Gobierno; la Justicia no confía en la Policía, ni ésta en la Justicia; el Legislativo mira con ojeriza al Ejecutivo y el Ejecutivo no cree en la buena fe de los congresistas; nadie cree en los partidos, y los dirigentes políticos no creen en nadie, en fin, vivimos agobiados por la desconfianza en las personas, en las instituciones y hasta en nuestro propio futuro.
¿Cómo aumentar la confianza? Lo primero es dar credibilidad a las instituciones, comenzando por la familia y terminando por el Estado mismo.
Violando las leyes cuya tinta todavía no se ha secado, no se crea confianza. Interpretándolas de tal modo que siempre se perjudique al de abajo o al contrario, tampoco.
Se requieren acuerdos mínimos que, al cumplirse, vayan creando la zapata institucional que fomente acuerdos mayores.
Por ejemplo, ¿por qué no se pueden establecer marcos de actuación para que ciertos delincuentes no salgan a la calle al otro día de ser detenidos y para que los jueces no tengan tanta libertad de acción?
Una casa dividida no puede perdurar y las divisiones en la familia dominicana están llegando a un punto en que será casi imposible vivir sin sobresaltos en este país. No quiero ser pesimista, pero no vamos por buen camino.
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