martes, 17 de mayo de 2011

El Hipólito que yo conozco


 Rafael D. Vásquez

Le conocí hace más de cuarenta años en un acto aniversario de la gesta heroica de la calle Espaillat.

Había oído hablar de él y de sus atributos personales y profesionales.

Rafael Hipolito Mejía Dominguez. 

Sin conocernos personalmente, de manera espontánea iniciamos una conversación que estableció las bases de una mutua empatía.

Desde el inicio adiviné que aquel cibaeño era un mago para hacer y cultivar amigos. Esa condición nos aproximó y de manera fácil advertí que la franqueza y la responsabilidad eran atributos consustanciales con su personalidad.

De la mano de don Antonio Guzmán nos apróximamos profundamente. Él como Secretario de Agricultura y yo como Secretario Ejecutivo del Instituto para el Desarrollo del Suroeste. (INDESUR).

En ningún momento, ni antes ni después en el ámbito del Desarrollo Regional se ofrecieron tantas y valiosas muestras de eficiencia en la coordinación interinstitucional para el desarrollo.

Con el apoyo de monseñor Fabio Mamerto Rivas, a la sazón Obispo de Barahona, hoy Emérito, ejercitamos los más hermosos esfuerzos de desarrollo espacial, partiendo de un planeamiento horizontal en donde las comunidades establecían las prioridades y se convertían en actores y gestores de los proyectos y acciones desarrollistas que ejecutábamos.

Para el éxito de su gestión como secretario de Agricultura, se rodeó de un nutrido grupo de profesionales que le auxiliaron teniendo como norma exigida la capacidad tecno-administrativa y la probidad en el manejo de los recursos puestos a su cargo.

No obstante la fortaleza de su carácter, nunca le he escuchado proferir una frase con el propósito de menospreciar a nadie, aunque sí pintoresca cónsona con su personalidad.

Cultiva la amistad de la misma forma que sus mangos en San Cristóbal o sus vegetales en Jarabacoa.

Es frontal y directo, la frivolidad y los gestos estudiados están ausentes en su vida. Aborrece la simulación y no se le concibe mentiroso. Favorece la verdad aun en contra de sus propios intereses.

No utiliza frases rebuscadas para emitir un concepto o una opinión. Cree que los dominicanos  conceptualizan en la dimensión de su acervo cultural, exhibiendo su autenticidad como uno de sus atributos más ostensibles. Si algún amigo, allegado o filial político cree que logrará conquistar su afecto y su respeto mediante la lisonja, de inmediato recibe su indiferencia como respuesta, sin herir a nadie. Simplemente responde manifestando con callada elocuencia su disgusto frente al chisme.

Se le concibe valiente y muestra su reciedumbre cumpliendo sus responsabilidades sin importarle la pérdida de favores políticos inmediatos o permanentes.

No es un erudito ni un académico, pero ya quisieran la gran mayoría de los políticos dominicanos manejarse con su astucia provechosa, natural, y su manifiesta sensibilidad social.

Es un trabajador infatigable y predicando con el ejemplo, es puntual y exigente en el cumplimiento de los compromisos que asume. No tolera la vagancia y bajo esos predicamentos, ha levantado una familia que es ejemplo en la sociedad dominicana.

Con el Eclesiastés, sus amigos podemos decir que “ya fue lo que es y lo que será ya fue, y Dios recuperara lo que se ha ido”.

El descrito anteriormente es el Hipólito que yo conozco, el mismo que quiere un mejor país, pero para todos y para todas.

Santo Domingo, R.D., martes, 17 de mayo de 2011.

1 comentario:

Principemestizo dijo...

Ese sera el Hipolito que usted conoce, por que el que conocemos la mayoria de los Dominicanos es la del un tipo despota, Egolatra y burlon, que hizo lo que quizo en su mandato y no hizo absolutamente nada para mejorar la condicion de vida de los Dominicanos mas que para su grupito. asi que lo felicito qu epor lo menos usted conozca esa faceta hasta ahora desconocida para la mayoria.

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