martes, 24 de mayo de 2011

Esto tiene que cambiar


Eduardo Álvarez

Los mejores suelos agrícolas de las Antillas,  537 kilómetros cuadrados, esto es 53,700 hectáreas de tierras clase uno,  asimismo,  2,350 kilómetros cuadrados, 235,000 hectáreas clase dos. 11% de la porción oriental de la isla de Santo Domingo,  con una extensión de 48,442 kilómetros cuadrados, 1,576 kilómetros de costas, inmensas en el turismos y la pesca marina.

Generosos sistemas de montañas, las dos terceras partes del territorio, a saber, Cordillera Septentrional, Cordillera Central, Sierra Oriental, Sierra de Neiba y Sierra de Bahoruco. Estribaciones enriquecidas por bosques nublados, con los cursos de agua de los ríos.

Los cuerpos de aguas interiores más grandes y numerosos de las islas caribeñas, esto es, el lago Enriquillo con 265 kilómetros cuadrados, la laguna Cabral con 30 kilómetros cuadrados y Oviedo con 28 kilómetros cuadrados). Nacen allí los más caudalosos y prolongados ríos.

Los siempre-verdes embellecen y acrecientan la zona de mayor precipitación, sobre 250 milímetros mensuales en 200 días de lluvia anuales y sin época seca, llegando incluso  los 4,000 milímetros, normalmente en Los Haitises, cordillera Oriental, Septentrional, Sierra de Yamasá y pie de Monte Oriental de la Cordillera Central.

La es verdad es que es una barbaridad pretender que una decena de sobrevaluados túneles y elevados reemplacen toda nuestra herencia natural, rica e invaluable, de donde brotan, benditos,  los alimento, las divisas, el agua y el aire puro que nos sostienen. Patria insustituible que aprendemos a amar desde niño [el geólogo Eleuterio Martínez sintetiza los datos revelados en un ensayo publicado el año 1993].

Injustamente distribuidas y diezmadas de la manera más dramática, estos recursos han sido descuidadas, sobre todo durante los últimos siete años. Postrados, los pueblos del interior, empobrecen en medio de nuestras mayores fuentes de producción agropecuaria y mineral.

En la otra cara de la moneda, el Banco Central hace gala de un crecimiento que, a decir verdad, no se reflejan más allá de los puntos de peaje en Santo Domingo Si nos acogemos a las cifras oficiales, el panorama no puede ser más desalentador.

Acudamos, por lo pronto, a la actividad monetaria y financiera, fuente efectivamente medible donde se manifiesta claramente la actividad productiva de las provincia y el Distrito Nacional: el año pasado, la banca múltiple nacional canalizó  376,277.7 millones de pesos, de los cuales 274,649.9 millones, casi un 75% de este monto, se concentró en el área metropolitana del Distrito Nacional. El resto del país, incluyendo la provincia Santo Domingo, tuvo que conformarse con el 25% restante.

En igual periodo, las captaciones de recursos alcanzó la cifra de 508,569.8 millones de pesos en todo el país, reteniendo el Distrito Nacional 360,029.8 millones atraídos por las fascinaciones y el espejismo articulado por dos o tres funcionarios corruptos enriquecidos de la noche a la mañana. Y, a la zaga, una caterva  de consumidores compitiendo, tonta y afanosa, por gastarse este 70%, dejando las migajas de un 30% a los empobrecidos pueblos del interior.

Tendencia reflejada, evidentemente, en los más bajos niveles de empleo, alimentación, educación, salud y servicios públicos.  ¿Quiénes propician y alimentan esta  injusta distribución de recursos?  ¿Quiénes promueve y se aprovechan de esta inequidad social?

Estamos, indiscutiblemente, ante una obra del presidente Leonel Fernández y el PLD, cuyos liderazgos y victorias electorales dependen, básicamente, de la pobreza y la falta de educación que envilece a las mayorías.  Los programas sociales mezclados con el clientelismo políticos forman parte de esta conjura.

Andando la 27 de Febrero hasta las Américas, “esto ha cambiado”. Pero, sin ir muy lejos, en Yuboa, un fértil y hermoso campo de Bonao, a media hora de la Capital, se pierden cultivos extensos cultivos de flores y frutos por un punte roto desde hace siete años, cuya reparación no excede los 20 mil pesos. Una de las tantas pruebas al canto de que esto tiene que cambiar.

Santo Domingo, R.D., martes, 24 de mayo de 2011.

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