Voces y ecos//
RAFAEL PERALTA ROMERO
La pasada semana el presidente Leonel Fernández entregó el premio nacional de la juventud, y al hablar ante esa audiencia juvenil, pareció tan tierno como un padre, tan sabio como un ministro de Dios, tan lógico y conceptualizador como un filósofo.
El Presidente criticó ante los muchachos la acumulación de “grandes fortunas”. Uno pudiera asombrarse, pero como esa facultad ha venido esfumándose de entre los dominicanos, lo dejamos así. Nadie dijo: ¡oye eso! Ni tampoco sonaron interjecciones bien sazonadas.
El Presidente afirmó –El Caribe del sábado 13 lo registra- que la acumulación de grandes fortunas es lo que está provocando que los jóvenes del mundo se lancen a las calles en reclamo de ser tomados en cuenta. Con este juicio el Presidente entró en su campo favorito: el análisis sociológico, pero quizá se le fue una punta. Algo le faltó.
Los jóvenes que reclaman oportunidades para desarrollarse (empleo, estudio, alimento, seguridad, diversión sana y hasta ¡agua potable!) no andan en plan de acumular riquezas, más bien buscan sobrevivir y llegar a ser alguien. Por lo general, quieren triunfar a partir del trabajo.
Ahora, sí es cierto que la acumulación rápida de riqueza viene surtiendo un efecto nefasto en la juventud dominicana, que es espectadora de esa realidad. Los jóvenes observan cómo viven unos que hace poco eran pobres y de pronto exhiben bonanzas que aturden a quienes los conocen en los barrios humildes donde se criaron.
El narcotráfico es responsable de que las estrechas calles de barrios citadinos y lugares rurales se vean adornados con lujosos autos. El movimiento financiero de esos actores, pobres individuos con dinero, llena los ojos de los muchachos que todavía sueñan con cambiar de vida con el estudio y el trabajo. La realidad es tozuda.
Otro grupo lo forman, de un lado, algunos profesionales de escaso brillo, y otro vivos y parlanchines, los cuales han progresado grandemente por servir al partido, y los jóvenes observan y reflexionan que nadie ganó tanto en tan poco tiempo. Ahí nace el deseo de la emulación.
Un gran poeta –Huidobro- ha dicho que el adjetivo “cuando no da vida, mata”. Al expresar cualidades de un sustantivo, el adjetivo contribuye a diferenciarlo de otro. El Presidente criticó las “grandes fortunas” y no diferenció a las nuevas de las viejas ni las lícitas de las ilícitas. Le faltó un adjetivo. Quizá debió decir “grandes nuevas fortunas” o “fortunas ilícitas”. Faltó algo.
Pudo causar asombro el abordaje del tema por parte del Presidente, pero su nuevo rol de orientador se lo impone. Hay que entenderlo. Ahora, un detallito, ¿es sensato mencionar soga en presencia del ahorcado? Pareció una osadía del Presidente.
Santo Domingo, R.D., sábado, 20 de agosto de 2011.
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