PEDRO P YERMENOS FORASTIERI
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Si venimos haciéndolo mal desde hace tanto tiempo y en la actualidad son idénticos, en términos ideológicos y de prácticas políticas, los protagonistas que tienen la posibilidad de decidir, ¿cuáles elementos racionales podrían conducirnos a suponer que en esta ocasión sí actuaremos juiciosamente? Celebro los esfuerzos desplegados en el ánimo de ejercer presión sobre los integrantes del Consejo Nacional de la Magistratura, que es lo mismo que decir sobre el presidente de la república, dado su dominio absoluto sobre un órgano constituido a su imagen y semejanza, pero mucho me temo que, una vez más, nos quedemos con la histórica desilusión de ver cómo nos estrujan su poder en pleno rostro y hacen las cosas en función exclusiva de sus propios intereses. Lo triste es que estamos hablando de circunstancias que se van a prolongar por muchos años porque estos altos tribunales que se van a constituir tienen vocación de largo plazo, es decir, quienes terminen, como es previsible que suceda, dominándolos, podrán estar muy sosegados casi por el resto de los días que puedan quedarles como sectores de influencia decisiva en esta triste realidad que padecemos como conglomerado digno de mejor destino.
La nación está inmersa en el proceso de constitución de una nueva Suprema Corte de Justicia, de un Tribunal Constitucional y del Tribunal Superior Electoral, estos dos últimos de nueva incorporación en la Carta Magna de enero del 2010.
Es una pena que por razones muy bien identificadas y que atañen a la escasa formación educativa y ciudadana de la gran mayoría de la población dominicana, no se tenga la debida conciencia de la trascendencia de un acontecimiento de esa naturaleza.
Sin ninguna duda, nada como este hecho va a tener mayor incidencia en la determinación de la calidad de la democracia que vamos a tener a corto y mediano plazos, siendo algo de influencia en todos los habitantes del país, no un asunto de exclusiva incumbencia de abogados y jueces como podría pensarse de forma superficial.
Todos y todas, sin excepción, estamos expuestos a ser usuarios de los tribunales que se van a constituir y, en ese potencial escenario, es decisivo para que pueda establecerse una situación caracterizada por la equidad y la justicia, que los mismos estén formados con la debida idoneidad. Es lo único que nos permitiría tener confianza absoluta de que ante una eventual vulneración de nuestros derechos, el atropello pueda ser restablecido de manera eficaz.
En ese sentido, es muy loable el esfuerzo que están desplegando diversas entidades sociales con el propósito de incidir en el Consejo Nacional de la Magistratura para que esté a la altura de las expectativas y constituya estos organismos a partir de criterios que sean capaces de garantizar el cumplimento irrestricto de los propósitos para los cuales existirán.
Esa cruzada se ve robustecida en su autoridad por el hecho de que esas instituciones no están sugiriendo nombres, sino que se han dedicado a enfatizar la necesidad de ser rigurosos en las variables a considerar y, lo más importante, han llamado la atención sobre la necesidad de utilizar métodos científicos de selección de personal, que es algo a lo que debe recurrirse siempre que se pretenda actuar con responsabilidad en una tarea tan delicada como esta.
Como algo que parece oponerse a esa aspiración de transparencia, se menciona el carácter político, tanto de la composición del Órgano llamado a integrar los tribunales, como su composición misma. Qué lástima, el ejercicio de la política percibido, con sobrada razón, como algo tan degradado, que es el obstáculo para alcanzar lo bien hecho. Continuará.
Santo Domingo, R.D., domingo, 21 de agosto de 2011.
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