miércoles, 17 de agosto de 2011

Un ensayo interpretativo



JULIO CURY

Algunos opositores, cegados por la pasión, subestiman la capacidad política de Leonel Fernández. Como diestro político, debe haber calculado ya los riesgos que él correría si la Primera Dama acompaña a Danilo Medina en la boleta presidencial. Si se analizan desapasionadamente las intenciones subyacentes del mandatario, se comprenderá que su oposición es una salida maestra. Intuye que la del PLD es ahora una carta perdedora, y, en vista de que han disminuido tanto los niveles de aprobación de su gobierno, sabe que aún disponiendo de recursos económicos las posibilidades de triunfo siguen siendo remotas.

Fernández, hábil jugador en este enrevesado tablero de intereses, no dejará su destino a merced de los veleidosos caprichos de la suerte, y es aquí donde, a mi juicio, entra el quid de la Primera Dama. Si ella fuese candidata, el gobernante se enfrentaría a un dilema peligroso: ir a las elecciones a perder, ya que no perdería únicamente Danilo, o ir a las elecciones y ganar.

Ahora bien, ¿ganar cómo? Aún encontrando la manera, esta segunda opción sería abono de su fatalidad en el 2016, toda vez que cuatro períodos consecutivos es proeza que solo el Partido Revolucionario Institucional, de México, ha logrado en América. Pero además de que desdibujaría su propio porvenir político, el encumbramiento de Danilo le abriría las puertas de la política a su cónyuge, relegando a Fernández, y consecuentemente, también a él, a un segundo plano.

Y en un régimen presidencialista, que concibe al jefe de Estado como redentor y a la Primera Dama como ángel guardián, no es un lujo que el mandatario puede darse. Pero de nuevo, ¿ganar cómo? No obstante haber barajado todas las fórmulas, Fernández no ha acertado a responderse esa interrogante, y su decisión de guardar para otro momento a doña Margarita es prueba de su astucia. Después de todo, ella es su mejor carta.

Santo Domingo, R.D., miércoles, 17 de agosto de 2011.

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