JUAN FRANCISCO PUELLO HERRERA
La simulación más que un arte es costumbre que incentiva las malas artes pues son medios o intrigas reprobables de que se vale alguien para conseguir un propósito.
El simulador es astuto, mezquino, perverso, calculador, parsimonioso, emprendedor, pasivo, inmutable, sensiblero, lastimero, pernicioso. Pero realmente, el hábito de simular es fundamentalmente una astucia poco política, de mal gusto. Es artificio pero también estudio de calcular con aparente simplicidad e ingenuidad y con seductora vehemencia a otros.
Es el arte de callar y mentir en partida doble. La aparente discreción es otro de los atributos del simulador que maneja convenientemente a la perfección. En su interior anida la maldad, por esto guarda en su corazón una cosa y expresa otra.
La apariencia lo ayuda a creerse indemne de asumir cualquier responsabilidad y de que otros adviertan su excesiva teatralidad. Sin embargo, aun algunos reconociendo ese histrionismo dañino y su falsedad encubierta le celebran sus iniciativas preñadas de maldad.
El simulador justifica su estado de vida diciendo que el que no sabe simular no sabe vivir, es la razón por la que tiene pocos amigos y aquellos que ha conseguido en obras buenas pronto se apartan de su lado, desdeñando su proceder. Simular es engañar.
Es desdoblarse y convertirse en otro, apoyando iniciativas ajenas que no comparte, y a la vez preparando la daga de la traición que clavará en el momento preciso. La mente perversa del simulador no descansa, encuentra caldo de cultivo en la falsedad que maneja selectivamente o indiscriminadamente dependiendo de la circunstancia que rodee el caso que le interese.
Pero hay algo que olvida el simulador y es lo que Louis Josserand advierte sobre la apariencia: “Quien crea una apariencia se hace esclavo de ella”. Considero al que engaña mediante la simulación -tomándole prestada una expresión a José Ingenieros- un tránsfuga de la honestidad, un inválido moral que medra en la mediocridad que lo ampara y que se refugia en la tiniebla de su infamia para esconder sus vicios.
Santo Domingo, R.D., viernes, 09 de septiembre de 2011.
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