MI VOZ ESCRITA//
JORGE HERRERA
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Desde que tengo uso de razón vengo escuchando de labios de mis mayores, tanto aquí como en la sección El Rancho de Higüey, adonde me enviaban mis padres a vacacionar, como premio a mi aprovechamiento escolar, el refrán: “No hay peor cuña que la del mismo palo”. Al primero que le oí la expresión fue al abuelo papá Martín, mientras se dirigía a un empleado haitiano apodado Gómez. Mas, nunca supe a qué se refería.
En la secuencia, Hatuey abraza a Hipólito; en rueda de prensa con Miguel Vargas y, finalmente, con el candidato de gobierno, Danilo Medina.
En ese momento, ni en los años siguientes de niñez y mocedad, jamás me interesó saber la moraleja, aunque la intuición insistía en revelarme una suerte de intrínseca maldad en el dicho. En efecto, luego de abrevar en textos elementales de filosofía y psicología de la conducta humana, concluí que no puede haber nada más malo que lo peor. ¡Imposible de toda posibilidad!
Tanto es así, que la única sinonimia que sugieren la Real Academia Española de la lengua y el sentido común sobre el término es, lo más malo; de donde colegí que “per se”, lo peor es perversidad, como es perverso el daño que le causa al árbol que le dio vida, la cuña usada para acelerar su caída, según cuenta la tradición en Cuba, lugar donde se asegura nació el apotegma.
La sibila de Delfos (1510, 350 × 380 cm), fresco de Michelángelo (1475-1564) en la Bóveda de la Capilla Sixtina.
He querido recrear estas disquisiciones, a propósito del discurso y el accionar aberrantes que, de cierto tiempo a acá, enarbola Hatuey Decamps; quien con el tiempo se ha convertido en el más conspicuo anti dialéctico que recuerde el quehacer político dominicano. Hoy día, sin duda, el hijo de don Miguel y doña Orfelina es la encarnación de la estática con vocación desmedida hacia la involución. ¡Quién lo diría!
Ahora le ha dado con proporcionarse encuentros, a través de interpósitos, con indistintos dirigentes que ni en sueño se le podían acercar en sus tiempos de regalada gloria, y los convoca a su casa para crear la percepción de que Delfos y la sacerdotisa escogida, comparados con él, fueron unos “come mierda”, y, de paso, dejar una estela de animosidad, insidia e intrigas, como acostumbra…
Santo Domingo, R.D., sábado, 10 de septiembre de 2011.
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