martes, 27 de septiembre de 2011

Pedro P. Yermenos Forastieri Asesinato evitable



Una vez más, la sociedad dominicana ha sido impactada por un hecho de sangre: el asesinato de un oficial asistente del Presidente de la Dirección Nacional de Control de Drogas

Los organismos de investigación, en un acto asombroso de eficiencia, han anunciado el descubrimiento de los autores del hecho y las supuestas causas que lo motivaron. Aceptando como buenas y válidas las exposiciones formuladas por las autoridades, puede afirmarse, sin dudas, que se ha tratado de un acontecimiento evitable, que ha sido consecuencia natural del desorden institucional que padecemos.

No hay que abundar en los motivos que han sido expuestos para constatar que en todos está presente la impunidad que caracteriza una parte importante de la criminalidad, el desorden generalizado y la conducta delictual que caracteriza la Policía Nacional y los estamentos militares.

¿Cuáles son los factores que, según lo anunciado, rodean el asesinato que comentamos? Por un lado, un agente policial que se había visto involucrado en un homicidio, fue cancelado y sometido a la justicia. Posteriormente, en un acto insólito, el entonces raso no sólo fue reintegrado, sino que se le premió con un ascenso.

Teniente cor. César Augusto Ubrí Boció, E.N., muerto en un atraco.

En segundo lugar, el robo de automóviles para ser desguazados y sus piezas vendidas en un mercado ilegal que se ejerce a la vista de todo el mundo y nadie parece estar revestido de la autoridad requerida para eliminar una práctica de esa naturaleza.

En ese contexto, las razones esenciales esgrimidas como detonantes del asesinato, son temas que con una pequeña dosis de institucionalidad resultaran impensables. Ni el cabo imputado del hecho debía estar en libertad ni continuar engrosando las filas policiales, como tampoco el descarado negocio de piezas automotrices robadas tendría cabida.

Así las cosas, la misma policía que llora la pérdida de uno de sus miembros, está compelida a reconocer que, en este caso, dada su irregular funcionalidad y los absurdos que viabiliza, ha incurrido en coautoría tácita del asesinato de referencia.

Esos son los elementos que es preciso identificar como causas de una criminalidad que, por esos derroteros, no hará más que incrementarse. La pretensión de atribuir a otros factores el auge de la inseguridad ciudadana, no es más que un pretexto para eludir la responsabilidad de admitir nuestras miserias sociales.

Resulta cómodo refugiarse en placebos como los códigos para no desnudar nuestra realidad y reconocer que, por el camino que vamos, llegaremos de forma indefectible a la desintegración colectiva.

Santo Domingo, R.D., martes, 27 de septiembre de 2011.

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