sábado, 24 de septiembre de 2011

Yasir Mateo Candelier: Ahora ya se sabe


Se han descubierto muchas cosas luego del asesinato del coronel de la D.N.C.D. Ubrí Boció. Lo primero, que la mujer que estaba con el militar no era la mujer que debía de estar allí, y que el hombre de la mujer que estaba allí no estaba donde él pensaba que ella estaba cuando el hecho sucedió. 

Lo segundo que descubrió la policía fue que la placa de uno de los implicados en el crimen no estaba puesta donde debía, sino en el vehículo de uno que no estaba supuesto a ser policía. Por otra parte, la novia de ese policía de repente se dio cuenta de todos los lujos que exhibía su cabo é túbano, pero solo la muerte de una persona –y no se sabe de cuántas personas más a manos de ese pobre muchacho- le hizo abrir los ojos. 

Ahora ya se sabe que los repuestos que venden en La Veinte son robados. 

El dueño de una tienda de repuestos de vehículos descubrió que siempre le llevaban carros, pero que nunca le entregaban las matrículas. 

Por la investigación hecha a raíz de la muerte de un militar importante, ya se sabe que hay bandas organizadas que roban vehículos para desarmarlos y venderlos por piezas. Nunca me lo hubiera imaginado. Esas revelaciones me han dejado sorprendido, estupefacto y en un estado próximo a la catatonia. Tania. Catania. Tacaña. 

Por otra parte, se comprobó que Vincho Castillo es más cuentista que abogado y que su imaginación sobrepasa el espacio sideral. Rediles. Aredile. Salared. 

Un amigo me comentaba que la policía debería de parar ya esa investigación. Según él, si siguen escarbando todos seremos hallados culpables y no sobrará ningún dominicano en la calle que pueda venir a cerrar la puerta de la celda. Dalce. Cadel. Cedal. 

Pero todas esas cosas se saben porque fue asesinado vilmente una persona importante. Que su hubiese sido usted o yo, mi querido lector, dos “saltapatrá”, no se hubiera descubierto nada. Ni que su mujer era la que estaba y no estaba supuesto a estar. Ni que su vehículo se esparce por La Veinte. Ni que el cabo lo mató. Ni que era un delincuente o dos. Ni que el dueño del repuesto… Y todo hubiese continuado igual. Sin sobresaltos. Y el amigo con el que hablé no se hubiese inquietado. Aunque él está curado de espantos. Antes de llegar a su casa, llama a su mujer por teléfono y le dice: “Oye, en media hora toy’allá, eh. ¡Ya tú sabes!” 

Santo Domingo, R.D., sábado, 24 de septiembre de 2011. 

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