viernes, 30 de diciembre de 2011

El hombre que pudo inventar la sabiduría


EL CORRER DE LOS DÍAS
Marcio Veloz Maggiolo

El hombre sabio, hermano de un tal Zarathustra, soñaba cada año nuevo, con un mundo feliz. Lo anuncian cada vez a los que sabían que ese mundo era parte interior del hombre. Meditaba noche a noche para ver el futuro. Dos futuros veía: el de aquellos que consideraban la tecnología, los avances de la guerra sin contar con el corazón, y el de los que mirando hacia adentro pensaban que a veces una sola palabra podría ser capaz de mejorar al hombre.

Desde su interior el pensador creía que existían en el ser humano arboledas futuras, océanos más grandes y crecientes que los que en aquel momento cubrían la faz del universo. Pensaba en selvas misteriosas e interiores aun no escudriñadas, imposibles de ser explotadas. Veía pájaros azules volar de un pensamiento a otro, porque el pensamiento era también la forma de un universo coloquial capaz de conversar consigo mismo.

Los años no eran predecibles porque estaban ya vividos antes de que existieran. El gris de los amaneceres era más transparente que el color de los mismos, y dentro de los modos de pensar, la lluvia nacía a veces evitando que la comparasen con las lágrimas. Hombres surgidos desde las entrañas del pensamiento anunciaban con antorchas perfumadas la llegada de un reino de paz que en nada se parecería al reino de las guerras.

El pensador, aislado en el progreso de su espíritu, soñaba tarjetas de navidad inasibles para cada ser de la naturaleza, porque si bien el hombre había creado las fechas, las fechas eran siempre un mundo imaginario  y no modelo de fragmentación para lo que las construyeran para marcar su propia historia.

Apenas los hombres se daban cuenta de que el tiempo es una bola inmaterial y sin compartimientos y que el ser humano, incapaz de entenderla, había hecho de ella un amasijo de días, meses, años, que eran parte de una eternidad mal elaborada e incomprensible y confusa para sus propios creadores. El invento de las religiosidades fragmentó cada vez el  Yug, o sea, la unión del hombre con su todo.

El hombre sabio se fue a su caverna y desde allí contempló el mundo de fuera y el de dentro. Vio dentro de sí el mundo de fuera, y proyectó hacia afuera su mundo interior. Se daba cuenta de que dentro de sí estaban también las estrellas y planetas que antes vivieron en el interior del logos, comprendió que era cierta aquella visión de topos uranus del viejo Platón, el que sin escribir dejó líneas completas que orientaron la humanidad de su época.

Comprendió que lo que contenía en su mundo interior podría consolidarse en materia burda y poco manejable. Sufrió entonces con la equivocación de los dioses. Entonces, dormidos pero sin pensamiento capaz de llevarnos a soñar mejor, los que los andamos buscando desde hace milenios, los esperamos para un  día decirles que su equivocación había crecido y que todo debería ser repensado.

Santo Domingo, R.D., viernes, 30 de diciembre de 2011.

http://www.presenciadigitalrd.blogspot.com/opinion/2011/12/30/El-hombre-que-pudo-inventar-la-sabiduria

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