Venecia Joaquín
El Presidente de la República promulgó recientemente la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo 2010- 2030. ¿En qué consiste? Bueno, dicen que es una ruta, un marco de acción para orientar los esfuerzos de la sociedad hacia el progreso.
En realidad, lo que más ha trascendido fue el acto de la firma efectuada en el majestuoso salón de las Cariátides del Palacio Nacional. Un ceremonial por todo lo alto, con invitados especiales, elegantemente trajeados, sin señal que represente la pobreza.
El ministro de Economía y Planificación hizo un esbozo de lo relativo a la forma, no al fondo. Dijo que el proceso, conducido por ese ministerio y el Consejo Nacional para la Reforma del Estado, fue de cuatro años. El resultado, de “inteligencia colectiva”, fue consensuado por diferentes sectores.
Aseguró que será de apoyo a una cultura de planificación de políticas públicas que redundará en mejorar la acción del Estado, el uso de los recursos y significa que se puede construir una nueva sociedad sobre la base de la Carta Magna. ¡Muy bien! ¿Quién lo garantiza?
La estrategia establece la concentración en tres pactos: reforma fiscal, educación y energía. En educación propone como obligatorio el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) y luego ir aumentándolo.
En energía, la recuperación, cobranza, que se reduzcan los subsidios y la evasión fiscal. Suministro de energía a precios competitivos. Todo proyectado en determinadas fechas.
La comisión del Senado que la estudió dijo que hicieron vistas públicas con 70 expositores, 300 invitados, 13 organismos internacionales, El Consejo Nacional de la Empresa Privada, Inc. (CONEP), centrales sindicales, etcétera. ¡Que envidia!, me hubiese gustado participar.
Las políticas y metas serán evaluadas a fin de adecuarlas a los desafíos que se presenten. ¡Oh Dios! ahí me asustó. Significa que pueden salirse de las normas establecidas por razones coyunturales y actuar con otros criterios. Por ejemplo, construir un metro que no esté en los planes.
Leí entera esta estrategia. Diagnóstico y objetivos por doquier, en todas las áreas. Lo que siempre escuchamos, pero ahora en un documento formal.
Todavía no han preparado los procedimientos para su implementación. Reconozco que fue un ejercicio mental, un esfuerzo interesante, una manera de impactar, pero no garantiza el desarrollo integral, humano, justo, equilibrado. Hay muchos vacíos.
Han dejado de lado males estructurales, esenciales, básicos de la población; los que tienen que ver directamente con el ser humano, la paz social, el hambre, desempleo, la miseria que arropa la mayoría.
Debieron enfatizar la enseñanza del desarrollo de las potencialidades del individuo y de los recursos de las comunidades así como del sector agropecuario y empresarial.
Hay teorías hermosas, rebuscadas, pero no garantizan el progreso de la nación desde la base. Para lograrlo deben darle prioridad al alma del pueblo, no al cuerpo. Es decir, al marco cultural, principios, valores, cambiar la mentalidad, despertar confianza y aspiraciones.
Afortunadamente, para elevar el nivel de vida de diez millones de personas no se necesitan años planificando. Eso es perder tiempo y dinero. Es cuestión de acción.
Basta un gobierno con visión y voluntad política que con firmeza y coraje se concentre en combatir el hambre y darle a la población herramientas de trabajo para su desarrollo.
No es cuestión de vivir conceptualizando y planificando. Es fajarse a trabajar como lo hizo Lula Da Silva en Brasil, buscando como ayudar a los pobres sin pensar en enriquecerse a costa de robarles lo que les corresponde.
Santo Domingo, R.D., miercoles, 02 de febrero de 2012.
Por: Venecia Joaquín
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