Eduardo Álvarez
Estas elecciones presidenciales terminaron de liquidar lo poco que nos quedaba de libertad y democracia. Pone el sello distintivo a una dictadura que ya desborda el marco institucional, utilizado por sus autores para darle el toque legal a este fraude electoral, iniciado tan pronto fue promulgada la nueva Constitución, en enero del 2010.
La concentración de los poderes en el Ejecutivo patentiza, asimismo, la hegemonía del partido único, condición en lo que ha devenido el de la Liberación Dominicana, corporación PLD, disponiendo sin control del tesoro público para eliminar a sus opositores. La censura a los medios le da la siniestra pincelada que le faltaba a su autor principal para merecer el estigma de dictador.
El escenario que ofrece pocas posibilidades de triunfo a las agrupaciones y candidatos desprovistos de estas prerrogativas. La medida de los gastos del partido único, apertrechado en el poder, estará siempre relacionada con la fortaleza de sus competidores.
El presidente del PLD anunció hace varios meces, con todo el desparpajo que el poder le permite, que gastaría más de mil millones de dólares para vencer al PRD. Los cálculos finales revelan que subestimó los cálculos. Fueron duplicados y, probablemente triplicados, debido a las enormes partidas aplicadas en la compra de cedulas, electrodomésticos, forzados por la pujanzas de Hipólito Mejía y el partido blanco.
Examinado el proceso en curso, llegamos a la conclusión de que la estructura montada al amparo de esta Constitución deja poco espacio a una libre y equitativa competencia electoral.
De mantenerse inalterable, seguirá siendo un instrumento de fuerza para doblegar voluntades, legalizar presidentes falsificados que gobernarán de espalda a la realidad social que no tiene nada que ver con el crecimiento económico del país ni la fastuosa bonanzas que se Irán repartiendo los altos dirigentes de la corporación.
Los artífices de esta dictadura no han calculado el costo político y social, registrado en otros países, donde ha sido impuesta a pesar de ser reprobada. Sus características incluyen, además del pretexto constitucional, la corrupción, el fraude, la violencia y nepotismo como armas de dominación.
El fenómeno se ido esparciendo por toda la región, incluyendo a nuestro país. Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia marcan la pauta, con serias amenazas para Argentina y Panamá, aplicando el mismo modelo constitucional abarcador de todos los poderes, con una descripción común y pocas variables. Falta, sin embargo, conocer la receta que prevenga y ponga fin a este mal que destruye el orden social de nuestros países.
Hace veintidós años que Estados Unidos desmontó la dictadura de Manuel Antonio Noriega, con el concurso de todo el mundo. Se trata, sin embargo, de una fórmula intervencionista reprobada, con prurito, por los sectores liberales, siempre dispuesto a enfrentar al Imperio a pesar de los oprobios locales, incluyen el fraude ahora plasmado, sin dar una respuesta efectiva.
Santo Domingo, R.D., martes, 22 de mayo de 2012.
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