EN PLURAL
Yvelisse Prats Ramírez De Pérez
En la interpretación clásica de la democracia, el elemento cuantitativo es determinante. La mayoría que se alegoriza en la palabra pueblo, define un gobierno como portador y oficiante de la democracia: “para el pueblo, con el pueblo”. Por lógica extensión, el criterio se aplica a toda institución u organización en la que prima el parecer y la decisión de los demás.
También en la versión moderna, la mayoría, esta vez en su sinonimia más consciente y activa, le da carácter efectivo a la democracia: “de ciudadanía”, se califica, así se amplía y completa el concepto en la participación que distribuye derechos y deberes con criterios de igualdad.
Las minorías se respetan, se oyen, se protegen, también los individuos; pero no mandan. Cuando gobiernan en nombre de pequeños grupos o en forma unipersonal, como no tienen el poder de las masas, tienden a ejercer la dictadura con su consecuente aplicación de métodos de coacción, presión y violencia, que convierten a una nación y a una institución libre en un aborregado conjunto de atemorizadas aquiescencias.
En toda democracia, la griega y las modernas, se encuentra una semilla que germina en los estados de derecho: la libertad, que no es un prejuicio burgués, como la definió Lenin, ni sueño de masas engreídas como la visualizan los turiferarios del totalitarismo, ni estorbo de la organización jerárquica, como la califica el fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera: la libertad, que es, como imperativo Kantiano, la esencia misma de la dignidad humana.
Esta “conceptualización” cabe perfectamente como definición del estado situacional del país ante el apetito dictatorial del PLD; pero en este En Plural lo particularizo para caracterizar la situación de mi amado partido, el PRD.
José Francisco Pena Gomez.
Sean o no militantes o simpatizantes de mi partido, los dominicanos, y muchos ciudadanos del mundo que lo conocieron y apreciaron a través de ese inigualable embajador internacional que fue José Francisco Peña Gómez, valoran al PRD como democrático.
Se fundó en el exilio para luchar contra la tiranía de Trujillo, exacerbada versión criminal de las habituales dictaduras caribeñas; sembró y cultivó la democracia en el país desde 1961; en las didácticas y hermosas pláticas con las que Juan Bosch nos enseñó a buscar la esencia de la libertad en el ejercicio de la equidad, en la más generosa visión de la democracia; en la adscripción a la Internacional Socialista Peña Gómez nos dotó de un instrumento ideológico que pone a la democracia acento y olor de participación y solidaridad; y en los gobiernos perredeístas, en todos absolutamente, elementos cónsono e indispensables de la democracia fueron objeto de atención: se visibilizó y se fortaleció en el derecho de las mujeres a ejercer ciudadanía, en la creación de cooperativas, en la apertura de las cárceles y las fronteras, en un ambiente oxigenados de libertades. En las diversas definiciones que se asignan al PRD, nunca falta, en justicia y en certeza, esa calidad que lo acompaña y precede, incluso en las desviaciones equivocadas que hicieron los grupos de ella: la democracia. La incubamos, la trajimos, la aplicamos. Dicen muchos, y lo creen que el PRD es “escuela de democracia”.
Atenta entonces contra el “ethos” del PRD, su “genius”, como diría Bobbio, su alma, digo yo, con mi amor a tope y mi defensa en llamas, aquel o aquellos que se abrogan facultades omnímodas tomando decisiones en solitario. Ya no se trata siquiera de si esas decisiones son buenas o malas, y han sido muy malas; es que un individuo, o un diminuto grupo, si dispone y gobierna es una dictadura, y las dictaduras, las de fuera y las de dentro, son y serán siempre combatidas por el PRD, centinela de la democracia dominicana.
Como si fuera poco, y es demasiado, al querer instalar una monarquía, soñando con desfasados títulos nobiliarios, se violan explícitamente artículos solemnes y definitorios de los Estatutos del PRD; los que en el capítulo III plantean, sin concesión alguna, que somos un partido de dirección colegiada, compuesta por organismos, donde se discuten las decisiones, que deben expresar que la soberanía del PRD reside en su militancia.
Violar estas reglas de oro es atentar contra la historia y la idiosincrasia del PRD.
No es tiempo, ni hay espacio para las dictaduras, en el país ni en el Partido Revolucionario Dominicano.
Así lo demuestra y lo proclama la mayoría evidente, visible, palpable, cuantitativa y cualitativamente representativa conformada por los miembros legítimos de la Comisión Política, del CEN, de los presidentes y secretarios municipales que han sesionado reanudando así el cumplimiento de los Estatutos Partidarios.
¡Viva la democracia!
Santo Domingo, R.D., sabado, 23 de junio de 2012.
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