Por Eulalio Almonte-Rubiera
Quienes a partir de la noche en que las esperanzas de todo
un pueblo fueron entregadas en manos de la soldadesca política, para que de
ella continuaran haciendo lo que por años han venido realizando con la
complicidad que unas veces arrima la ignorancia, y con las de aquellos que de
manera consciente, hipócrita y perversa anidan otros, escuchan ahora, con
insistencia macabra, el vocablo ‘institucionalidad’, una figura jurídica a la
que han echado manos repitiendo como eco de montañas lo que en su primigenia
acepción parecerían desconocer algunos de sus circunstanciales sostenedores.
Y digo parecerían, porque en la practica se constituyen en
negación de lo que a través de medios de comunicación enuncian en función
de una tal institucionalidad, y hago referencia directa a la situación
de aparente limbo en que navega el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que
mas que una organización de su talla parece mas bien una endeble res a punto de ser
convertida en carroña para disfrute de zopilotes que entre corbatines y perfume francés tratan de disimular la halitosis que expele su pútrido accionar.
Un profesor de derecho constitucionalidad decía hace un
tiempo que algunos tienen la costumbre de utilizar “institucionalidad” para
referirse al conjunto de organizaciones y entidades que ejercen competencias o
funciones publicas, cuando en realidad el concepto es mucho mas amplia, porque
debe remitirnos a creencias, ideas, valores, principios, representaciones
colectivas, estructuras y relaciones condicionantes de la conductas de todos
quienes integran una sociedad, dándole característica y estructurándola.
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Zahirieron, burlaron olímpicamente las aspiraciones de ese
pueblo, de un pueblo que por ser tan noble se lo cree tonto, menso o estúpido,
y cuyo favor aun tienen el tupe de solicitar, apelando a sofismas que alquilan
en santuarios de la hipocresía intelectual, de esa intelectualidad que con su
conocimiento contribuye a colocar en condición de mártires a aquellos que del
propio Jesús hicieron un cordero, llevaron al Altar de los sacrificios y
entregaron a sus avatares.
Si la institucionalidad –como agregaría el maestro citado, es, para unos y para otros,
la consolidación permanente, uniforme y sistemática de usos, conductas e
ideas con medios e instrumentos que aseguren su control y cumplimiento de su
función social, y a ella es que se refieren nuestros distinguidos
¿institucionalistas? y leguleyos asesores y comunicadores de encargo, por que,
entonces, no se echa manos a los estatutos de ese partido y se procede a pedir
al pueblo que se pronuncie de manera soberana. Y sanseacabó.
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Lo hizo así, porque estaba seguro, confiado, de que las
decisiones del pueblo se certifican con cuño de nobleza, y él era un noble hijo
de este pueblo al que defendió hasta entregar su propia vida, una condición que
¡Dios nos libre! de atrevernos a reclamar para quienes de manera trapera
traicionaron la esperanza de un pueblo que a lo mejor todavía hoy este
dispuesto a imitar el gesto de aquel Jesús que en el Gólgota pidió al Padre que
los perdonara, aunque este pueblo sí esta consciente de que éstos sabían lo que
hacían… y hacen.
(PD. El autor llegó al PRD el 19 de noviembre de 1961, de
manos de don Hilario (Yayito) Del Orbe, quien a su regreso de un largo exilio en Cuba fundó
el primer comité de ese partido en mi Villa Riva, en la provincia Duarte)
Santo Domingo, R.D., viernes, 20 de julio de 2012.
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