viernes, 20 de julio de 2012

A dos meses de trocar vítores en llantos


 
Por Eulalio Almonte-Rubiera

Quienes a partir de la noche en que las esperanzas de todo un pueblo fueron entregadas en manos de la soldadesca política, para que de ella continuaran haciendo lo que por años han venido realizando con la complicidad que unas veces arrima la ignorancia, y con las de aquellos que de manera consciente, hipócrita y perversa anidan otros, escuchan ahora, con insistencia macabra, el vocablo ‘institucionalidad’, una figura jurídica a la que han echado manos repitiendo como eco de montañas lo que en su primigenia acepción parecerían desconocer algunos de sus circunstanciales sostenedores.

Y digo parecerían, porque en la practica se constituyen en negación de lo que a través de medios de comunicación enuncian en función de una tal institucionalidad, y hago referencia directa a la situación de aparente limbo en que navega el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que mas que una organización de su talla parece mas bien una endeble res a punto de ser convertida en carroña para disfrute de zopilotes que entre corbatines y perfume francés tratan de disimular la halitosis que expele su pútrido accionar.

Un profesor de derecho constitucionalidad decía hace un tiempo que algunos tienen la costumbre de utilizar “institucionalidad” para referirse al conjunto de organizaciones y entidades que ejercen competencias o funciones publicas, cuando en realidad el concepto es mucho mas amplia, porque debe remitirnos a creencias, ideas, valores, principios, representaciones colectivas, estructuras y relaciones condicionantes de la conductas de todos quienes integran una sociedad, dándole característica y estructurándola.

En el pasado inmediato, los ahora activos abanderados de la tal ‘institucionalidad’ hicieron mutis, se apandillaron, convirtieron sacras oficinas en discretos conciliábulos, para desde las mismas entrañas de 'su' partido conspirar contra los intereses de la porción de Patria representada en una militancia que ignorante de lo que sucedía se desplazaba entusiasta en procura de reivindicaciones, de aquellas reivindicaciones que su máximo líder, José Francisco Peña Gómez, les prometía hasta desde su tumba.

Zahirieron, burlaron olímpicamente las aspiraciones de ese pueblo, de un pueblo que por ser tan noble se lo cree tonto, menso o estúpido, y cuyo favor aun tienen el tupe de solicitar, apelando a sofismas que alquilan en santuarios de la hipocresía intelectual, de esa intelectualidad que con su conocimiento contribuye a colocar en condición de mártires a aquellos que del propio Jesús hicieron un cordero, llevaron al Altar de los sacrificios y entregaron a sus avatares.

Si la institucionalidad –como agregaría el maestro citado,  es, para unos y para otros,  la consolidación permanente, uniforme y sistemática de usos, conductas e ideas con medios e instrumentos que aseguren su control y cumplimiento de su función social, y a ella es que se refieren nuestros distinguidos ¿institucionalistas? y leguleyos asesores y comunicadores de encargo, por que, entonces, no se echa manos a los estatutos de ese partido y se procede a pedir al pueblo que se pronuncie de manera soberana. Y sanseacabó.

Cuando el glorioso coronel de Abril, el entrañable Francis Caamaño, el Román que cabalgó con fiereza y gallardía sobre la copa de los arboles que echan raíces en nuestras montañas, necesitó rendir cuentas de su decisión final frente al invasor, se presentó ante el verdadero dueño de su gloria y dijo: “Porque me dio el pueblo el poder, al pueblo vengo a devolver lo que le pertenece. Ningún poder es legítimo si no es otorgado por el pueblo, cuya voluntad soberana es fuente de todo mandato público.”

Lo hizo así, porque estaba seguro, confiado, de que las decisiones del pueblo se certifican con cuño de nobleza, y él era un noble hijo de este pueblo al que defendió hasta entregar su propia vida, una condición que ¡Dios nos libre! de atrevernos a reclamar para quienes de manera trapera traicionaron la esperanza de un pueblo que a lo mejor todavía hoy este dispuesto a imitar el gesto de aquel Jesús que en el Gólgota pidió al Padre que los perdonara, aunque este pueblo sí esta consciente de que éstos sabían lo que hacían… y hacen.

(PD. El autor llegó al PRD el 19 de noviembre de 1961, de manos de don Hilario (Yayito) Del Orbe, quien a su regreso de un largo exilio en Cuba fundó el primer comité de ese partido en mi Villa Riva, en la provincia Duarte)

Santo Domingo, R.D., viernes, 20 de julio de 2012. 

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