Luis Pérez Casanova
No puede quejarse el presidente Danilo Medina del impacto mediático que han tenido sus saludables controles administrativos dispuestos para evitar despilfarro y, de esa manera, ahorrar recursos.
Cabe suponer, sin embargo, que se trató sólo de una nota introductoria sobre la sangría que drena la Administración Pública en materia de gastos superfluos, porque con la medida el Gobierno no se ahorraría, si acaso, más que unos chelitos, asumiendo que ese es el objetivo y no una estrategia mediática para revertir la decepción causada con la integración de su gabinete.
Es inconcebible que cumplir la ley que asigna un 4 por ciento del PIB a la educación básica esté condicionado a una reforma fiscal, en tanto haya ministerios que cuenten hasta con 41 viceministros y que en el sector eléctrico, pese a la deuda de más de mil millones de dólares con los generadores, haya siete consejos, cada uno con siete miembros que reciben una fortuna sin realizar ninguna función.
Pero también está el caso del servicio diplomático, posiblemente el más numeroso del mundo, con el agravante de que la inmensa mayoría de los embajadores, ministros, viceministros consejeros y vicecónsules, que cobran en dólares, pasan la mayor del tiempo en el país. Sin hablar de entelequias que han debido eliminarse o fusionarse con otras que realizan prácticamente las mismas funciones.
Si por delicadeza el Gobierno no ha querido entrar en detalles, aún la actitud contraste con la transparencia que ha proclamado, tendrá que rendir cuentas de los resultados de la prohibición de la compra de vehículos, la asignación y uso de tarjetas de crédito a los altos funcionarios, la reducción de un 20 por ciento en gastos de celulares y de las fiestas y obsequios en sentido general.
Será entonces la oportunidad de comprobar si los controles no han sido más que marketing o una nota introductoria para allanar el camino hacia un pacto fiscal.
Santo Domingo, R.D., lunes, 27 de agosto de 2012.
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