viernes, 21 de septiembre de 2012

Seguir en la brecha


A PLENO PULMÓN

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX

El entusiasmo es el combustible que mantiene encendido el motor de los seres humanos.  El amor al estudio o al trabajo, la asiduidad para alcanzar éxitos profesionales, los esfuerzos encaminados al enriquecimiento económico, no son posibles sin entusiasmo.  No hay que decir que el entusiasmo amoroso del hombre por la mujer es una fuerza capaz de embellecer los colores del mundo y aligerar la pesantez de cualquier trabajo.  El hombre o la mujer enamorados afrontan sus tareas y deberes con inexplicable energía.  ¿De dónde sale el entusiasmo que mueve al hombre de empresa, al investigador científico? ¿De la buena salud? ¿Del entrenamiento laboral?

 Es obvio que los individuos que padecen anemia suelen tener menos energía que las personas sanas.  Pero aun admitiendo esta verdad fisiológica, debemos consignar que en muchísimas ocasiones el entusiasmo sobrepuja la enfermedad.  Conozco hombres con enfermedades incurables, anclados en sillas de ruedas, que conservan gran entusiasmo por vivir.  Muchas veces se ha citado el caso del cosmólogo Stephen Hawking, profesor de física, autor de numerosos libros en los cuales expone sus investigaciones acerca del origen del universo y “las singularidades espacio-temporales”.  Se dirá que este es un caso excepcional y, sin duda, lo es.  Pero otras personas, sin la brillantez intelectual de Hawking, superan las adversidades y afirman su entusiasmo por vivir.

Profesor Stephen Hawking.


¿El entusiasmo, viene de afuera o de adentro? ¿Depende de la tozudez o la falta de inteligencia? ¿O al revés, de una firme voluntad guiada por una clara inteligencia? ¿Se trata de algo aprendido? ¿O es inspirado por el entorno social? El padre de Hawking fue un investigador biológico quien se mudó a Oxford para que naciera allí su hijo, pues Londres sufría entonces los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial.


 Hay padres que enseñan a los hijos a resistir, a no dejarse vencer por ningún obstáculo, que inculcan el “mandamiento” de no dejarse abatir por nada.  Los así criados se avergüenzan de sentir depresión, parálisis, ganas de desertar en las batallas difíciles.  No hay dudas de que, en ciertas épocas, las sociedades viven crisis económicas, conflictos políticos, que menguan el entusiasmo de muchos por luchar con denuedo contra las circunstancias; algunos  renuncian a “seguir en la brecha”.

Santo Domingo, R.D., viernes, 21 de septiembre de 2012.

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