FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
El entusiasmo es el combustible que mantiene encendido el
motor de los seres humanos. El amor al
estudio o al trabajo, la asiduidad para alcanzar éxitos profesionales, los
esfuerzos encaminados al enriquecimiento económico, no son posibles sin
entusiasmo. No hay que decir que el
entusiasmo amoroso del hombre por la mujer es una fuerza capaz de embellecer
los colores del mundo y aligerar la pesantez de cualquier trabajo. El hombre o la mujer enamorados afrontan sus
tareas y deberes con inexplicable energía.
¿De dónde sale el entusiasmo que mueve al hombre de empresa, al
investigador científico? ¿De la buena salud? ¿Del entrenamiento laboral?
Es obvio que los
individuos que padecen anemia suelen tener menos energía que las personas
sanas. Pero aun admitiendo esta verdad
fisiológica, debemos consignar que en muchísimas ocasiones el entusiasmo
sobrepuja la enfermedad. Conozco hombres
con enfermedades incurables, anclados en sillas de ruedas, que conservan gran
entusiasmo por vivir. Muchas veces se ha
citado el caso del cosmólogo Stephen Hawking, profesor de física, autor de
numerosos libros en los cuales expone sus investigaciones acerca del origen del
universo y “las singularidades espacio-temporales”. Se dirá que este es un caso excepcional y,
sin duda, lo es. Pero otras personas,
sin la brillantez intelectual de Hawking, superan las adversidades y afirman su
entusiasmo por vivir.
Profesor Stephen Hawking.
¿El entusiasmo,
viene de afuera o de adentro? ¿Depende de la tozudez o la falta de
inteligencia? ¿O al revés, de una firme voluntad guiada por una clara
inteligencia? ¿Se trata de algo aprendido? ¿O es inspirado por el entorno
social? El padre de Hawking fue un investigador biológico quien se mudó a Oxford
para que naciera allí su hijo, pues Londres sufría entonces los bombardeos
alemanes de la Segunda Guerra Mundial.
Hay padres que
enseñan a los hijos a resistir, a no dejarse vencer por ningún obstáculo, que
inculcan el “mandamiento” de no dejarse abatir por nada. Los así criados se avergüenzan de sentir
depresión, parálisis, ganas de desertar en las batallas difíciles. No hay dudas de que, en ciertas épocas, las
sociedades viven crisis económicas, conflictos políticos, que menguan el
entusiasmo de muchos por luchar con denuedo contra las circunstancias;
algunos renuncian a “seguir en la
brecha”.
Santo Domingo, R.D., viernes, 21 de septiembre de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario