Julio Cury
En febrero del 2008, una queridísima dama emparentada
conmigo, y me apresuro a aclarar que no fue doña Ana, trató inútilmente de
convencerme de que la mejor oferta electoral era Leonel Fernández. Como carecía
de motivaciones convincentes, me repetía aquel eslogan del que se valieron no
pocos ladrones de cuello blanco y pañuelos perfumados para hipnotizar a este
pueblo digno de gobernantes honestos.
Los recursos públicos se estaban volcando entonces en
facilidades clientelistas para asegurar, como en efecto ocurrió, la reelección
de Fernández. ¿Resultado? El 2008 cerró con un alarmante déficit fiscal de 69
mil millones de pesos; el 2009 con otro de 59 mil millones, el 2010 con otro 57
mil millones, el 2011 con otro de 62 mil millones, y el de este año será de
nada menos que de 187 mil millones. Pero más aún, las amortizaciones e
intereses de la monstruosa deuda de 14,375 millones de dólares que el país
contrajo entre el 2004 y el 2012, empiezan a agobiar la economía del país.
A decir verdad, el
intelectual de Villa Juana orientó el ejercicio del poder para forjar una
clientela económica y no política, dejando un balance moral ruinoso. Santo
Domingo se convirtió en la meca de los millonarios al vapor, mientras la
pobreza popular adquirió dimensiones aterradoras. No será tarea fácil superar
la inversión de valores que hoy impera por cuenta de los muchos ejemplos de
inmoralidad que nos ofrecieron a lo largo de estos últimos 8 años, pero un
primer paso adelante sería liquidando la nefasta tradición de impunidad. Ahora
bien, insisto en la pregunta que sirve de título a este artículo: ¿qué dirá
ella ahora? ¿Seguirá creyendo que fuimos pa’lante?
Santo Domingo, R.D., miercoles, 24 de octubre de 2012.
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