Juan José Ayuso
(II)
“Ramfis” Trujillo heredó el poder del tirano y en ese ejercicio estuvo de junio a noviembre de 1961. Él fue quien repartió la fortuna de su padre entre la viuda, su madre, y sus seis hermanos.
Esos hermanos eran Flor de Oro, hija de Aminta Ledesma, primera esposa del tirano; Odette, hija de la segunda esposa, Bienvenida Ricardo, pero ya fuera del matrimonio; Rafael Leonidas y Yolanda, hijos de Lina Lovatón y “Angelita” y Rhadamés, de la unión con María Martínez.
Él era hijo de esta señora pero nació antes de que Trujillo casara con ella.
Como tenía todo el poder en las manos, “Ramfis” aplicó aquello de que “a quien parte y reparte toca la mayor parte” y tomó para sí casi toda la carne del jamón y dejó a todos los demás, madre incluida, algo de carne pero mucho del hueso.
Martínez tenía parte de lo suyo aparte y por eso pudo contar con mayores recursos que dos de sus hijos y los cuatro “hermanos de padre” de éstos.
Si los hermanos del tirano Héctor (“Negro”), José Arismendy (“Petán”), Romeo Amable (“Pipí”), Virgilio, Pedro V. (“Pedrito”), Luis Rafael (“Nene”) y las hermanas Nieves Luisa, Japonesa, Marina y Julieta se entendían merecedores de una parte siquiera pequeña, “se quedaron oliendo donde guisan”.
En Miami, se conoce que “Angelita” y Rhadamés se disputaban las atenciones a su madre sólo por tratar de conseguir la mejor parte de la herencia que más tarde o más temprano dejaría la viuda de Trujillo.
El par planeaba devolverle a “Ramfis” la maroma con que los engatusó en 1961.
Quizá “Angelita” logró salirse con la suya dado que su hermano menor tenía una vida de ajetreos e inestabilidad que al final perdió en una negociación de narcotráfico por América del Sur.
Es posible que “Ramfis” ni intentara ponerle la mano al dinero de la viuda. Su seguridad estaba más que garantizada y lo demostró con las piltrafas que dejó caer a parientes “en desgracia” y a la comparsa de “amigos” que se mantenía lo más cerca que él permitía.
La conducta depredadora del hijo mayor para con su madre y hermanos, y la de dos de éstos en el medro de la fortuna de Martínez, son de las mejores pruebas de la formación que habían recibido él y los demás.
A los hijos de Lovatón y a ésta misma parece que les fue suficiente con los recursos que, en vida, el tirano destinó a su manutención y seguridad futura. Lo mismo que a Odette, aunque Joaquín Balaguer, después de 1966, la designó en un puesto diplomático. A Flor de Oro no. Su cercanía con Trujillo la convirtió una parásita despilfarradora, amén de coleccionista de matrimonios.
(buenapila@yahoo.es)
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/3/25/43570/Al-dia
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