Rafael Peralta Romero
He esperado declaraciones de apoyo para Gregoria Cabrera de parte del movimiento feminista, constituido por decenas de ONG que viven para eso y viven de eso. La noche del viernes 9, Gregoria enfrentó a dos asaltantes que entraron a su negocio –humilde colmado- a despojarla de la venta de ese día. El fruto de su trabajo.
Ocurrió en un barrio del a veces turbulento Navarrete, donde ocurren cosas que recuerdan el Oeste americano en tiempos lejanos y la crisis de autoridad se aprecia más que en otros pueblos. La mujer arrebató el arma –ilegal, por supuesto- con que le apuntaba uno de los sujetos. Como uno de ellos resultó herido en el frustrado atraco, temí que Gregoria fuera a parar a una celda inmunda, hecha para los pobres.
Si apresan a Gregoria, pensé, cincuenta abogadas habrán de disputarse su defensa. Cincuenta organizaciones feministas exhibirán carteles, harán vigilias y desbordarán solidaridad. Pero nada de esto ha ocurrido. Y Gregoria sigue despachando en su colmado El Progreso. Un poco nerviosa, quizá, y escuchando las palabras alentadoras de las mujeres de la iglesia, quienes encomendarán su protección al Señor.
Arturo del Tiempo y Marquez
Alguien le habrá expresado: “Usted fue dichosa porque se escapó de las garras de los leones”. Aquí todos –o casi todos- andamos entre tigres y leones y cada día sobrevivimos –no todos- a ese monstruo voraz que se llama inseguridad, que amenaza con tragarnos. Pocos de los señalados por esa plaga social han tenido la dicha de Gregoria. No es fácil escapar de las tropelías de los desalmados, siempre armados.
Pero mejor suerte que la comerciante cibaeña ha tenido el “inversionista” español Arturo del Tiempo, pues claro, su negocio no es una pulpería. Es de muchos cuartos, con mucha “ fuerza liberatoria para el pago de acciones públicas y privadas”. Este gitano (como lo define Cervantes a los gitanos) llegó, y en poco tiempo le tendieron alfombras, le prestaron millonadas y lo designaron “policía honorífico”.
¿Merece Gregoria Cabrera ser policía honorífica? Ella, al menos, demostró que no tiene miedo a esa peste que destruye a toda hora que es la delincuencia. La cobardía lleva a muchos agentes policiales a la ineficacia frente a los villanos. A otros los lleva a cometer excesos contra los individuos que violan la ley, a los que no son capaces de aprehender.
No sé con qué seguridad cuenta Gregoria, pero sí sé que las calles siguen llenas de bandoleros. He aprendido que nunca segundas partes fueron buenas y que Gregoria vale más que mil bandidos, nativos o importados. ¿Califica esta sobreviviente heroica para policía honorífica? Miren a ver.
Santo Domingo, R.D., sábado, 17 de abril de 2010
(rafaelperaltar@hotmail.com)
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/4/17/45729/Voces-y-ecos
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