Mi Voz Escrita //
Jorge Herrera
En primer lugar quiero reconocer que, debido a un lapsus, titulé la primera entrega de esta serie de forma incorrecta, con lo cual cometí una falta de propiedad que hoy enmiendo. En vez de “De apología e intenciones” debí haber escrito “De apologistas y…”, en tanto es al sujeto que hace a otro un reconocimiento a quien me refiero, según se puede comprobar en el cuerpo del artículo.
En el mismo, luego de ponderar la importancia de la apología socrática de Platón a través de sus Diálogos, apuntalando así la insuperable tríada filosófica que completó su cuasi prodigioso discípulo Aristóteles, aún considerado “espíritu de la filosofía y la ciencia”, denuncio que, no obstante los empeños sofistas, hay ciertos residuos de dignidad ancestral que apuestan a una solución ecléctica que se acerque a la sociedad primitiva.
Esa suerte de sistema híbrido, no es otra cosa que el socialismo democrático, por cuanto sincretiza la instauración del factor equilibrio de manera institucional entre todas las naciones del mundo, al tiempo que pone al descubierto el eufemismo de “los países no alineados” muy en boga durante el período de la llamada guerra fría, que en realidad fue la gran mascarada de la hipocresía política.
Pero ahora ese no es el tema que me preocupa. Mi interés es desnudar a ciertos apologistas, y que se sepan sus verdaderas intenciones. Resulta que los antónimos de los conceptos apología y apologético denuncian su propósito. V.gr.: Censura, reproche, vituperio, reprobación. Es obvio, que nadie en sus cabales se va a aventurar a emitir juicios malsanos sobre alguien, a sabiendas de que compromete su responsabilidad. De la perversa alternativa, les hablaré en la próxima entrega. Si Dios quiere…
Santo Domingo, R.D., viernes, 15 de octubre de 2010
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