En Plural //
Yvelisse Prats Ramírez de Pérez
Abierta la trocha para que la sensatez la recorra, hago unas últimas glosas del Congreso perredeísta al cual dediqué muchas horas de trabajo y de subibajas de esperanzas.
Con el griterío de los asistentes reclamando la unidad como pan de los hambrientos, el Congreso concluyó.
Quedó bien, quedamos bien, Tirso, Alejandro y las cien firmas más que desde el Foro Renovador primero, y luego en la Comisión Organizadora apostamos por la utopía que cuajó en una estrella que pudimos tocar con nuestras manos, en las plenarias.
Para muchos/as compañeros/as, el acuerdo anunciado de convocar la Comisión Política el 21 de octubre para decidir todo lo relativo a la próxima Convención, es una clarinada que los convoca a concentrarse en sus respectivas corrientes o grupos.
Libre como un pájaro, puesto que no formo parte de agrupamientos internos, mis alas se enrumban para posarme en el partido; el PRD como un todo, ese que se dejó sentir como presión conminatoria de concertación y buen tino, y como escudo a posibles travesuras en el Congreso. Abrazada con aquella masa solidaria, pienso: ¿Cuándo, con cuáles recursos, ese PRD como un todo retomará su andadura, dando continuidad a las resoluciones del Congreso, poniendo sus Secretarías, Departamentos y Frentes de Masas a palpitar en las acciones contempladas en los planes que esperan ejecución? Porque en el Congreso no sólo se trataron los temas que originaron las últimas recomendaciones acertadas que evacuó la Mesa de Concertación, prácticamente enfocadas en su conjunto a la próxima convención y a su inteligente abordaje.
Siete ejes temáticos se disputaron la atención de los/las compañeros, que enriquecieron las propuestas base, materia prima para estimular la creatividad, también la criticidad de los que ya las leyeron en pre-congresos y encuentros previos.
Esos ejes abarcan con rigor y profundidad los grandes problemas del partido, de nuestro país y de nuestra democracia, vistos desde el mirador socialista democrático.
La ideología y su correlato indispensable que es la educación política, la reestructuración de la maquinaria organizativa, para robustecerla en sus bases y en su poder colectivo; análisis de coyuntura de la realidad nacional y propuestas tácticas para vencer al PLD; las alianzas que nos devuelven el sentido de solidaria apertura que Peña aplicó; el verdadero rol de nuestros Frentes de Masas, y las líneas maestras de estrategias en lo social, lo económico y lo político.
Sobre estos asuntos importantes, trascendentes, se habló en el Congreso por más de dos meses, y sobre ellos se tomaron, en equipo y por consenso, decisiones que honran a los dirigentes y militantes perredeístas.
¿La Convención? Es un hito, y es necesaria en la vida democrática del PRD. Porque en ella se debate el poder, lógicamente produce una sensación de urgencia que desplaza otros temas que no pueden relegarse: de la fortaleza, la coherencia y la renovación del partido en su conjunto, dependerá el éxito de la Convención interna, que requiere para su transparencia y fi abilidad que el PRD entero participe, con orden, disciplina, mesura, honestidad, confi anza, y con una organización óptima.
También, después, en el 2012, necesitamos un partido renovado, que siga siendo un sentimiento nacional, pero que sume a esa virtud axiológica competencias prácticas organizativas y programas y planes electorales de largo alcance, como los que presentó el Secretario Nacional Electoral en el Congreso.
Requerimos así mismo, ya que se aprobaron unánimemente en el Congreso todas las propuestas que reafirman nuestra ideología, que la educación ocupe lugar prioritario en el “ranking” de las atenciones de nuestra alta dirigencia, para coherenciar una unidad perredeísta alrededor de principios.
Esa unidad es la única que puede soportar el embate de las contradicciones propias de una Convención, y será la mejor credencial para pedir y lograr la alianza con sectores populares que se requiere para alcanzar el poder, y construir un futuro decente.
No nos aloquemos. Antes, durante y después de la Convención, los organismos, programas y proyectos partidarios tienen que avanzar, creando el marco propicio y funcional para que esa Convención sea realizada y recordada como una fi esta de la democracia, que se inserte sin trastornos ni suplantaciones en el fluir del “corpus” del partido.
A trabajar, con las banderas empuñadas en el Congreso, que fueron múltiples, y que demandan para ondearlas de todos los sectores y las instancias del Partido.
Si nos limitamos nada más que a correr en las caravanas de los aspirantes, si enarbolamos las banderas grupales, muchas veces descoloridas, cuando no divisionistas, en vez de las del Congreso, el triunfo de este se oscurecería como una llamita fatua que titila.
Que el Congreso perviva en la realidad cotidiana del Partido.
Santo Domingo, R.D., sábado, 16 de octubre de 2010
yvepra@hotmail.com
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