lunes, 18 de octubre de 2010

¿Provincia…Salomé?

 

 Álvaro Arvelo hijo

Hasta un crítico tan exigente como don Ramón Menéndez y Pidal, se inclinó reverente ante la grandeza poética de doña Salomé Ureña de Henríquez.

El brillante autor de “Poesía Juglaresca” elogia a la ilustre Poetisa Nacional, a pesar de que el también autor de “La Leyenda de los Infantes de Lara” era un castellanista ortodoxo que concedía poco a los “foráneos caribeños”.

Salomé Ureña de Henríquez. 

Pero si así se pronunció este inmenso hombre de letras, no menos generoso y justo fue otro coloso de la cultura de la Madre Patria: don Marcelino Menéndez y Pelayo, que en su visión de los otros era más abierto que su colega y compatriota, igual de elogioso se torna cuando analiza a poetisas de nuestro entorno como la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Se podría argumentar que la cita que el erudito Menéndez y Pelayo hace de nuestra Salomé Ureña es todavía más meritorio por doña Gertrudis nació en España, pero de corazón y después vivencias cubanas.

Basta leer “Antología de Poetas Líricos Castellanos” y “Antología de Poetas Hispanoamericanos” para darnos cuenta de lo excluyente que era el célebre autor de los “Estudios de Crítica Literaria”.

Ramón Menéndez y Pidal. 

El articulo de hoy llega a propósito del 160 aniversario del nacimiento de la mujer que no solo hizo poesía como ninguna otra de esta tierra, sino que fue una educadora que revolucionó la didáctica del siglo 19 y una nacionalista de primera fila contra las traiciones a la Patria; y una especie de precursora de los derechos de la mujer y del respeto a la flora y a la fauna.

Marcelino Menéndez y Pelayo.

Y en este 160 aniversarios de su nacimiento (vivió apenas 47 años) qué tenemos: una callecita corta y estrecha que va de la intersección de la calle José Reyes para desembocar en la Zona Colonial.

Y un pequeño busco colocado en un parquecito ubicado entre las calles José Reyes y 19 de Marzo.

Mientras, rendimos enormes homenajes a la inquisidora Isabel La Católica (‘), al genocida Nicolás de Ovando, la insulsa María de Toledo, por no reiterar que la capital de la República y el gentilicio nacional distinguen a un inquisidor y promotor de genocidios indigenistas.

Ya que existe el precedente de que a una provincia le quitamos el nombre de un héroe de la Independencia y héroe de la Restauración (Francisco Antonio-Tito-Salcedo) busquemos una provincia para llamarla Salomé Ureña.

Hay varios nombres exóticos que no dicen nada.

Santo Domingo, R.D., lunes, 18 de octubre de 2010


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