Crónica del presente //
Euclides Gutiérrez Félix
Al llegar al final de la segunda década del régimen establecido desde 1930 por Rafael Trujillo Molina, los perfiles definitivos de la ciudad de Santo Domingo, llamada Ciudad Trujillo, estaban trazados. Los límites de la ciudad eran en el sur la avenida bautizada a partir de la calle 19 de marzo hasta la Máximo Gómez, en su primera etapa hasta la calle Palo Hincado, con el nombre de Paseo Presidente Billini y de ahí en adelante con el nombre de avenida George Washington; desde ahí hacia el norte con el nombre de Máximo Gómez, hasta el río Isabela; allá arriba lo que hoy se llama Pedro Livio Cedeño, que llegaba hasta el río Ozama y en ese trayecto, realmente hasta la confluencia de esa calle, hoy avenida Duarte que inicialmente se llamó José Trujillo Valdez.
Todo ese proyecto gigantesco, extraordinario, admirable, lo concibieron y ejecutaron, como lo hemos señalado con anterioridad, Ramón Báez López-Penha, “Moncito”, José Fernández, José Antonio Caro, y los hermanos González, excelentes ingenieros y arquitectos que construyeron el Parque Ramfis e inmediatamente después el Hotel Jaragua. Guillermo González y su hermano están reconocidos como los padres de la arquitectura moderna de la República Dominicana. Pero el autor de esta columna está convencido que a ellos deben sumarse los nombres de José Antonio Caro, Humberto Ruiz Castillo y Ramón Trueba. Este último fue el ingeniero civil que bajo la dirección de Guido D’Alessandro construyó el Palacio Nacional que es una de las edificaciones más hermosas del mundo. Guido D’Alessandro, italiano de nacimiento, no era ni arquitecto ni ingeniero civil; su título real era ingeniero electromecánico, casado con Carmen Tavárez Almonte, hija de Isabel Almonte Mayer, y hermana de padre de Manuel Aurelio Tavárez Justo, mejor conocido con el nombre político de Manolo Tavárez.
A partir del 1950, o sea lo que hemos llamado el inicio del cenit de la Era de Trujillo, la ciudad capital de la República tenía sus perfiles modernos bajo la dirección y el control de la dictadura creadora, organizada, represiva e intransigente que pregonaba que la capital de la República Dominicana era la ciudad más limpia y organizada de América. Y realmente lo era. Tenía en la ciudad intramuros cuatro parques, bellísimos, organizados y limpios. La Antigua Plaza de Armas bautizado con el nombre de Parque Colón; el Parque Duarte, el Independencia, presidido por la Puerta del Conde donde habían sido trasladados, en 1944, los restos de los fundadores de la República, Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella; y en la parte sur de la ciudad, la antigua plaza Colombina, lugar en el que se había construido el parque infantil más hermoso de Centroamérica y el Caribe, bautizado con el nombre del hijo de Rafael Trujillo Molina y María Martínez de Trujillo: Parque Ramfis.
Después de 1940 dos parques en la parte norte de la ciudad, el Parque Julia, en homenaje a Julia Molina viuda Trujillo, la mamá de Rafael Leónidas, en Villa Francisca entre las avenidas Duarte y José Martí y las calles Ravelo y Caracas. Más arriba en los límites de San Carlos y Villa Consuelo se construyó, en el antiguo play de La Cuchara, el parque Braulio Álvarez Sánchez. (Continuaremos).
Santo Domingo, R.D., lunes, 11 de octubre de 2010
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