miércoles, 17 de noviembre de 2010

El libro, la fundación, el museo: aclaremos






Rosario Espinal

Estoy de acuerdo con la venta del libro de Angelita Trujillo, el establecimiento de la Fundación Trujillo, el Museo laudatorio a Trujillo y, además, con la formación de un Partido Trujillista que cobije a quienes perdieron a Joaquín Balaguer como padre benefactor y saltan de partido en partido para seguir usufructuando. 

Ahora bien, antes de otorgar todos esos derechos a los promotores de Trujillo, deben cumplirse tres condiciones: 1) que se juzgue con toda la fuerza de la ley a los trujillistas vivos que cometieron abusos a los derechos humanos durante la dictadura, 2) que la familia Trujillo devuelva al país la cantidad estimada de dinero que sacaron en 1961, calculado al valor actual de la moneda dominicana, y que esos recursos se coloquen en un fondo de reparaciones para los sobrevivientes de torturas trujillistas, o familiares en casos de personas asesinadas o desaparecidas, y 3) que todos los beneficios económicos derivados de la venta de libros laudatorios, entradas al museo laudatorio y actividades relacionadas con la promoción de Trujillo, pasen a un fondo especial de apoyo a la educación democrática. 

Sólo cuando se cumplan todas estas condiciones podemos hablar de derechos democráticos para la promoción del dictador mediante libros y museos, como reclaman ahora la familia Trujillo y sus agentes políticos. 

Porque resulta que la democracia no es sólo un sistema de derechos, sino también de obligaciones y justicia, y en República Dominicana nunca se juzgó a los sanguinarios torturadores de la Era; y la familia Trujillo el único precio que pagó fue vivir fuera del país. Muy bajo para el horrendo lastre que dejaron Rafael L. Trujillo, sus hijos, hermanos y colaboradores. 

Si ahora los familiares y otros trujillistas quieren adornar de bondades al tirano, deben entender que el borrón y cuenta nueva no es propio de una democracia y, por tanto, no les asiste derecho democrático para promocionarlo. 

Ramfis Rafael Dominguez Trujillo. 

También es importante que los opinantes y la sociedad dominicana entiendan que no es propio de una democracia convertir en víctima a los victimarios, incluidos aquellos que, aunque por edad no son directamente responsables de las atrocidades de la dictadura, asumen los delitos como válidos al promocionar una versión mansa del dictador despótico. 

El pueblo dominicano peca a veces de ingenuo y, para colmo, tiene una élite política y comunicativa que con frecuencia se hace cómplice de los peores intereses. Eso está sucediendo ahora en el debate sobre el libro, la fundación y el museo. 

Por ejemplo, anti-democrática no es la jueza que proscribió la venta del libro de Angelita Trujillo la semana pasada. Antidemocráticos fueron los Trujillo durante 31 años, y antidemocráticos son los que ahora promueven a Trujillo como un líder positivo en la historia dominicana. 

Joaquin Balaguer y el Estado Mayor, encabezado por Ramfis Trujillo, en una ceremonia tras el ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo Molina. 

Como bien señaló Bernardo Vega en un artículo publicado en El Caribe hace varios años, las supuestas bondades del dictador, como la creación de la moneda dominicana, el pago de la deuda externa y el comienzo de la industrialización, fueron medidas que se tomaron en muchos países en los años 1940, sin el costo necesariamente de una horrenda dictadura. 

El libro de Angelita Trujillo no tiene atractivo de venta en ningún mercado, excepto entre los dominicanos. Por eso quieren colocarlo. 

Trujillo perdió relevancia en la sociedad dominicana porque Balaguer lo reencarnó, y a través de él, muchos siguieron siendo trujillistas sin Trujillo. Desaparecido Balaguer, vendrá ahora la avalancha del mismísimo trujillismo. 

Hay que preparase porque el espíritu autoritario sigue vivito y coleando en la República Dominicana.

Santo Domingo, R.D., miércoles, 17 de noviembre de 2010


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