Teófilo Quico Tabar
Expertos, funcionarios, políticos, empresarios, hablan cotidianamente de Presión Tributaria, Ingreso Per Cápita, etc., sin embargo, no todos los que los escuchan o leen tienen conocimiento pleno de lo que significan, y aunque constituyen fórmulas aceptadas académicamente y por casi todos los organismos internacionales, hay quienes opinan que no reflejan las realidades que viven la mayoría de las personas y las naciones.
La fórmula para calcular el ingreso Per Cápita ha sido calificada como la más injusta manera de medir la real riqueza o pobreza colectiva de un país, porque no se necesita ser funcionario, político ni experto para entender que sumando lo mucho que tienen unos pocos con lo poco que tienen las mayorías y dividiéndolo entre todos, constituye una forma bastante simplista de determinar una realidad.
Al igual que en las elecciones, donde los votos de ricos y pobres valen iguales, la manera de establecer el ingreso Per Cápita es de las pocas veces en que se colocan en un plano de igualdad a los empresarios y millonarios con sus empleados, choferes, domésticas, serenos, lava carros, vendedores ambulantes, desempleados, e incluso con los pordioseros.
Pero lo mismo ocurre cuando se habla de Presión Tributaria, un concepto comúnmente utilizado por analistas y funcionarios, especialmente cuando coyunturalmente se debate sobre la situación fiscal de un país y la necesidad de implementar nuevas reformas tributarias que permitan incrementar dicho indicador.
La importancia para los expertos de este indicador radica en que permite medir la intensidad o carga con que un determinado país grava a sus contribuyentes a través de la imposición de tributos. Esto facilita al Estado la toma de decisiones y aplicación de políticas tributarias que deriven en cargas “equitativamente” distribuidas entre los contribuyentes sobre la base del principio de capacidad productiva.
Pero eso no es lo que ocurre en la práctica, pues lamentablemente los que menos ingresos tienen al final resultan los más perjudicados, porque difícilmente puedan aumentar sus ingresos, mientras todas las cosas que consumen o requieren para subsistir, de alguna manera sufren alzas de precios que los perjudican.
Desde que amanece, especialmente los de menos ingresos y los que no cuentan con mecanismos para deducir o transferir impuestos, todo lo que consumen o utilizan están cargados de impuestos: leche, víveres, arroz, habichuelas, pollo, gas, combustible, pan, salchichones, sardinas, alcohol, ropa, zapatos, teléfonos, alquileres, absolutamente todo.
Resultaría un buen ejercicio que algún día se determine cual es la real presión tributaria, pero fragmentándola por grupos de ingresos, no con la fórmula actual, porque una cosa es la presión tributaria del país y otra la presión que sienten las personas según sus ingresos.
Ojala se estableciera otro método de calcular el ingreso Per Cápita, y que a partir de ahí, conociendo la presión real de cada grupo económico, se puedan establecer impuestos verdaderamente equitativos, porque los pobres no tienen válvulas de escape tributario, sino mecanismos de defensa social. Cuidado con eso.
Santo Domingo, R.D., jueves, 25 de noviembre de 2010
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