miércoles, 10 de noviembre de 2010

Misterio y morbo en los procesos judiciales del país





Orlando Dice //

El afán

Las autoridades tienen un afán por ocultar, tapar y rodear de misterio los casos que llegan a sus manos, incluso por encima del interés de los afectados. El juicio a los involucrados con José David Figueroa Agosto ya no llama la atención y la expectación inicial desapareció, pues hasta Sobeida Félix Morel perdió el encanto. Y la razón, muy simple: se tiene la impresión de que falta gente. La verdaderamente importante, la realmente mala. Tantas expectativas y ahora todo queda entre casa, como cosa de muchachos que ni siquiera maldad reflejan en sus gestos o en sus rostros.
El presidente Leonel Fernandez da el primer picazo para dejar iniciados los trabajos de construccion de la torre Artiemar.
Nada más basta verlos en el tribunal, hablando y sonriendo, como si fueran inocentes o se tratara de un juego de soldaditos y muñecas. Con Arturo del Tiempo Márquez y la torre Atiemar ocurrió otro tanto. Nadie recuerda, a nadie le importa. Hizo ruido en su momento, como si fuera propio, pero al final las culpas fueron de España y no de Del Tiempo. Si el delito se cometió allá no tenía por qué repercutir aquí. A sus socios se los tragó la nada, porque las autoridades ocultan, tapan y convierten en misterio todo lo que tocan…
Los detalles

Los nombres de los adquirientes de los apartamentos quedaron velados para siempre, a pesar de que se hizo el escrutinio de lugar y se comprobó que hubo negocio, pero no sociedad. Cuando los compradores hicieron la transacción no se valieron de testaferros y mucho menos pidieron que se mantuviera en secreto la operación. Si no se produce el impasse, y se hubieran mudado como estaba previsto, la gente hubiera sabido que ahí vivía fulano, zutano y mengano, etc., como la cosa más natural del mundo. El misterio, por tanto, fue un fastidio de las autoridades, que ponen a cada momento en riesgo su crédito por ocultar datos y detalles que no perjudican su trabajo. Al parecer, la vieja costumbre de las complicidades, y que ahora, en la época de la transparencia, origina sospechas y da pie a conjeturas y a las consabidas percepciones.

La maldad de la gente hace una parte, pero la reticencia de las autoridades, el resto. Las fotos, los videos y los testimonios bajo cuerda, recrearon un mundo en que los morbosos se regodearon…

La repetición
Es lo mismo que va a suceder con los filmadores de moteles y sus víctimas. Las autoridades pudieron haber hecho las investigaciones, las detenciones, las acusaciones y todo cumplimiento con el debido proceso de ley. Pero no. Dijeron de un médico que accedió a la extorsión, y después denunció el hecho, y de una reina que se resistió y puso una querella. El pecado, pero no el pecador, aun cuando se conoce el delito y al delincuente. El morbo, como hay que suponer, está en pie de lucha haciendo sus propias apreciaciones. No puede ser cualquier médico, si adelantó diez mil dólares de cincuenta mil que le pidieron, o su fama era tanta que no podía arriesgarse a que ese material fuera a manos de terceros.

La reina no es tan difícil, pues de Turismo es una por año, y de seguro que no todas trabajan en un ministerio ni poseen un Lexus negro. ¿A qué el misterio si los afectados no se quedaron callados y recurrieron a las autoridades? Desde el momento que dieron ese paso, sabían lo que venía. Apoderaron a un órgano público, y la dilucidación será de cara a la calle…

Se sabrá
En este caso de invasión a la privacidad de las personas y de extorsión no vale arreglo fuera de los tribunales. Más tarde o más temprano habrán de comparecer las partes ante un juez, a menos que desistan del juicio o la justicia les niegue sus derechos. De manera que no sólo habrá lo oral y lo contradictorio, sino lo público. Entonces se sabrá el nombre del médico y también de la reina. Mientras tanto, la gente se forma miles de opiniones y baraja identidades, y se frota las manos esperando que en la próxima esquina los piratas tengan a manos lo que será el video de temporada. Como decía Mundito Espinal en su tiempo: “Quien no quiera que se sepa, que no lo haga”…

Santo Domingo, R.D., miércoles, 10 de noviembre de 2010


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