martes, 12 de abril de 2011

¿Allana Leonel el retorno del PRD?


Tony Raful

Independientemente de múltiples interpretaciones, la decisión del presidente Leonel Fernández, de no optar por una repostulacion, reafirma el principio de la No reelección presidencial, una vieja y sostenida conquista democrática del escindido sector liberal de la sociedad dominicana, maltrecho y escamoteado por los grupos conservadores tradicionales. ¿Quién duda que el Presidente acatara lo que dice la Constitución de la República? Pero es simplismo pensar que el artículo constitucional le impedía intentar reelegirse.

Lo único cierto es que le prohibía hacerlo. Colocado ante una decisión histórica, optó por someterse al mandato constitucional. Como todas las cosas, el orden taxativo de las disposiciones constitucionales, puede volverse ambiguo, interpretativo, relativo, a la luz de los recursos jurídicos que la propia ley establece. El éxito de los sofistas fue intentar demostrar que una sentencia teórica puede sustentarse en sentido favorable y contrario al mismo tiempo, apelando a un ejercicio magnificente de la palabra y a las cabriolas del verbo. Razonamiento que excluye la ética y se degrada inevitablemente.

El presidente Fernández tomó su decisión final en medio de glamorosas manifestaciones de adhesión, contaminadas por el vínculo del Poder, que siempre es demostrativo y persuasivo como tejido adiposo de cohesión. Al tomar su decisión, el Presidente sabía que la permanencia de su organización en la dirección del Estado, entra en un proceso de riesgos mayores, y que prácticamente estaba dando paso a una nueva transición del mando al Partido Revolucionario Dominicano, tal y como lo hizo en el año dos mil. No hay una lógica contundente en cuanto a los regresos de los partidos y sus líderes al Poder.

El propio PLD y el presidente Fernández abandonaron el Poder en el año 2000 bajo acusaciones que parecían negarle en el futuro inmediato su retorno al Gobierno, situación que se ratificó con los resultados electorales congresuales y municipales del año 2002. El compañero Hatuey De Camps ha dicho con tino, que el presidente Fernández ha tenido la virtud única de gobernar este país y aplicar lo que ha entendido como el modelo por excelencia para regir y tutelar sin acudir a la represión política, entronizando un esquema de clientelismo basado en políticas sociales de ayuda, asistencialismo, cuya cifra astronómica logra retener para fines de votación. Esta apelación al voto silvestre sin conciencia desde el Estado es altamente antidemocrático pero efectivo, lo que ha llevado a Venezuela, en condiciones distintas, a Nicaragua y Guatemala, a aplicarlo con resultados de legitimidad eleccionaria.

Lo único que queda claro es que el presidente del PRD, Ing. Miguel Vargas, aportó en el pacto de las corbatas azules la reposición del principio de no reelección presidencial, en los términos en que Peña Gómez y el PRD lo habían sostenido históricamente, negarlo es una mezquindad. Pero se trató de una inmolación, pues conllevó entre otros perjuicios para él la rehabilitación tanto del presidente Fernández como del presidente Mejía, así como el reposicionamiento de Fernández en relación con la crisis social y política que en ese momento lo cuestionaba. No entendió que se sacrificaba porque ni sus asesores ni él mismo pudieron ver “más allá de la curva”, como nos enseñó José Francisco Peña Gómez. A la euforia inicial sobrevino la reflexión crítica causada por los resultados individuales del pacto de marras. 

Creo que el presidente Fernández se ha replegado tácticamente frente a las dimensiones de la crisis social dominicana; ha perdido el apoyo de los poderes fácticos y de los grupos de presión, incluso de la iglesia Católica en todos sus niveles jerárquicos, sin dejar de citar la clara posición norteamericana en torno a la continuidad del poder puesta de manifiesto en su desavenencia con el presidente Uribe cuando intentó reelegirse por tercera vez. Haber intentado permanecer en el Poder hubiese sido una aventura en medio de un mar proceloso y con una oposición rabiosa de jóvenes de clase media y alta, desconocida para él, en el pasado. Al presidente Fernández le interesa asegurar su retorno triunfal en el 2016. No va a hacer todo lo posible para que su partido retenga el poder, porque sabe que un nuevo presidente liquida su liderazgo interno y pone en ascuas su porvenir providencial.

Conoce la historia dominicana y sabe que el poder en ese contexto no se delega ni por un instante, ni siquiera a nivel individual. Ni Trujillo, ni Balaguer, ni Bosch lo hicieron. Sólo Peña Gómez lo hizo, y por poco lo destierran a la nada, a pesar de ser el líder del PRD. El triunfo y retorno del PRD al poder parece un hecho, el presidente Mejía se ha convertido en un fenómeno electoral, una especie de amuleto nacional ante el desconcierto, y el presidente Fernández, sin dejar de ser leal a su membresía, podría estar allanando ese retorno con su propio cálculo de probabilidades futuras, bajo un catecismo florentino y un sentido práctico de la historia.

Santo Domingo, R.D., martes, 12 de abril de 2011.

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