AL DÍA
JUAN JOSÉ AYUSO
Los trujillistas y neotrujilistas, sus partidarios y cómplices porque fueron sus usufructuarios, enarbolan a un falso Joaquín Balaguer como “estadista”.
Es su coartada para tratar de encubrir la complicidad con los crímenes y delitos de la aberración de corrupción que fueron los gobiernos de Balaguer y que fue la tiranía de Trujillo.
Esos trujilistas y neotrujillistas, balagueristas por fuerza, quisieran desasociarse sin confesar su complicidad de la persecución y de los asesinatos y de la corrupción de los gobiernos 1966-1978 y 1986-1996.
Las posiciones que expresa esta gente, por escrito y por los medios electrónicos se ha repetido tanto que los políticos alguna vez de “oposición” a Balaguer y que aceptaron su mentalidad y métodos de gobierno llegaron a proclamarlo “padre de la democracia”.
¿De cuál democracia?
El único acto democrático de Balaguer –cínica democracia del autoritarismo cimentado en la fuerza y el fraude- fue el de jamás proclamarse demócrata.
Ni siquiera en sus raros momentos de oposición el caudillo y déspota ilustrado hizo valer mérito alguno como demócrata siquiera de intenciones.
Pero si sus opositores llegaron a obnubilarse al extremo de proclamarlo, vía Congreso, “padre de la democracia”, razón tendrían los trujillistas y neotrujillistas que fueron sus beneficiarios y que viven hoy de la fortuna acumulada por los 22 años de corrupción balaguerista, en proclamarlo lo mismo y en exaltar sus virtudes de “estadista” y de “pulcro administrador de los fondos públicos.
(Tampoco serían demócratas esos “opositores”).
Lo cierto es que ese Balaguer es tal falso como una moneda falsa y que sólo existe como coartada de asesinos y cómplices de asesinatos y de beneficiarios de la otra corrupción que sembró en el quehacer de gobierno y en las aspiraciones de los políticos que buscan el poder.
Con el poder que tuvo durante sus primeros doce años y durante sus segundos diez, Balaguer pudo iniciar y profundizar las reformas que hubiese soñado el demócrata que no fue ni por asomo.
Su única ejecutoria de poder fue la de mantenerlo a todo costo y ese todo costo fueron la corrupción, por un lado, y por el otro la persecución, encarcelamiento, deportación o asesinato de sus verdaderos enemigos. Aparte de la tarea de envilecimiento que logró imprimir al quehacer tanto del partido que utilizó como taparete democrático como de los partidos que alguna vez se dijeron en la oposición.
La corrupción y la desinstitucionalización que reinan hoy en el país son herencias de las prácticas de Balaguer y su enseñanza de autoritarismo y despotismo, mentalidad y métodos que muchos políticos, hoy, no tienen siquiera el pudor de ocultar y proclaman con descaro.
Santo Domingo, R.D., jueves, 07 de abril de 2011.
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