lunes, 11 de abril de 2011

El nuevo panorama tras el discurso del Presidente


ORLANDO DICE//
ORLANDO GIL

Elegancia.-  El presidente Leonel Fernández que habló la noche del pasado viernes al país, tuvo una elegancia que sus oponentes no han sabido reconocerle. Las reacciones a su discurso no han estado a la altura de su gesto, un gesto que lo hace diferente al común de los políticos que han ocupado el poder en la época republicana. La reelección era un fastidio, pero ese cierre de  capítulo es un respiro que debe saludarse por todo lo que significa para el desenvolvimiento interno del PLD y la democracia dominicana. El mandatario fue denunciado, acusado, y hasta condenado, por lo que -- por ahora -- queda como presunción. 
Como dicen en el campo, un “amaraco”.  Se dijo que de manera inexplicable iba a pisotear la Constitución que había promovido y aprobado, y que esa era una decisión que produciría consecuencias, o que como osadía pagaría caro. Sin embargo, el despropósito se quedó a mitad de camino, y la estabilidad política no fue asaltada ni alterada como era el temor de sectores diversos de la población. La iniciativa no pasó del intento...

La razón.- El hecho de que tardara tanto en definir su panorama, el de su partido y del país, es algo que deberá explicar en el futuro, como en la ocasión reveló las presiones que en el pasado provinieron de otros litorales políticos. Ahora era un albur de sus propios seguidores, pero de seguro que a la hora de reflexionar tuvo en cuenta otros fervores. La verdad que la prisa no era suya, ni podía serlo, y tampoco tenía porque dejarse apresurar  por sus oponentes, mucho de los cuales actuaban por encargo. ¿Qué no tenía alternativa ante la inminente reunión del Comité Central? Depende, pues ya había confiado a sus íntimos la decisión. Incluso, los periodistas que compartieron la sobremesa en un reciente almuerzo en el Palacio Nacional, conocieron por adelantado  su determinación. No estuve entre los invitados a esa comida,  pero si conocí en su momento la primicia. Las razones abonadas fueron diferentes a las de su discurso del pasado viernes. El ánimo soliviantado de las llamadas fuerzas vivas era una valla difícil, por no decir imposible, de saltar...

La adhesión.- Evidentemente que un camino que parecía largo, ahora resulta corto, y posiblemente la situación sea difícil de aprehender, puesto que las preguntas y las respuestas son insuficientes. El Leonel Fernández que anduvo solo en sus afanes, y que  incluso alcanzó metas amparado en fuerzas ajenas, ahora que es líder de todo el partido descubre una  necesidad inexplicable. La  de  formar tienda aparte. Dicen que no es propiamente suya, que la iniciativa y el propósito corresponden a Félix Bautista, pero no hay que olvidar que no hay fe sin santo. El acto de entrega de dos millones doscientas mil firmas fue fallido, pues  no hubo proclamación. Ahora no se tiene clara la intención, ya que el discurso de ese domingo memorable no fue m‡s que  palabras al viento comparado con la pieza  pronunciada el pasado viernes. Sin embargo, el presidente Fernández hizo saber a m‡s de uno que esa demostración era tácticamente necesaria, aun cuando no ahondara en los motivos. El problema no era tanto de fuerza, como de adhesión...

NI FU NI FA.-   La recolección de firmas en si misma tuvo su valor, puesto que no solo probó la lealtad de muchos seguidores del presidente Fernández, sino la eficiencia del nuevo núcleo. O su entusiasmo. Hubo quienes quisieron seguir y aseguraban la posibilidad de llegar a tres millones. La maquinaria estuvo bien sobada y mejor engrasada.  Ahora, habría que preguntarse porqué esa tarea fue llevada a cabo principalmente  por senadores, o por diputados, o alcaldes, y no organismos del partido. Si era líder del partido, era el partido que debía dar el testimonio. La respuesta daría con las verdaderas razones de la actividad, y se conocerían, tal vez,  intimidades que ahora  quedarán ocultas. Por ejemplo, la actitud del Comité Político. Ni fu ni fa. Sus miembros nunca  reaccionaron como era propio que lo hicieran. No criticaban situaciones que ponían en entredicho su autoridad, o lesionaban la institucionalidad del partido, pero tampoco las apoyaban. Vivían una especie de limbo en  que no engañaban al interesado. Incluso, al presidente se le hacía obvio que no era temor, sino una conspiración de silencio con fines muy determinados... Continuará...         

Santo Domingo, R.D., lunes, 11 de abril de 2011.

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